jueves, 21 de enero de 2016

Neurotica




   En un instante toda esa apariencia fría que me hiela las tetas, se convierte en fuego sublevando la intensidad. La ansiedad me carcome, parece eterno el deseo. Hasta cuándo? Se vence el bienestar en el aburrimiento. El porvenir se adelanta en el pensamiento, imagina, concede, anula el suceder, cansa la acción ya previsible en sus miles de posibilidades. Se confunde el producto paranoico de la neurosis con la realidad benévola. Que hacer? Nada. Se pierde, se aturde el acontecer porque no acontece. Se estremece la nostalgia, el extrañar, la imagen viva se vuelve constante en el imaginario, y tu cuerpo encorvado, siempre caído de un hombro, late en la frente, la quema.


||La verdad se hace presente, agonizante||


Ese instante, que había sucedido ya varias veces, el de sus labios cubriendo los míos, mi mano deslizándose en su rostro, tomándolo del cachete con los dedos, la palma en el mentón, acariciando su boca  besada con el dedo pulgar. Ese instante donde la nieve entre mis pechos se derrite finalmente,  primero se vuelve un cuerpo rojo ardiendo en el pecho, como una esfera de luz que se contempla por su forma, un líquido moviéndose por dentro, la luz irradiando el espacio, pero pesa, y es tan imposible de definir que  queres lanzarla al aire, destruirla, o que destruya.; por miedo. Ese miedo que solo aparece ante lo magnifico,  o la ausencia de lo magnifico, y lo magnifico solo existe cuando se devela. Ese miedo que se  quiebra en las rodillas por el temblor desgarrante que produce el peso en la piel. Ese miedo que anhela el instante, anhela ese instante a la eternidad.

Nos soltamos…lentamente. 
Que que  me pasa? Que porque estoy tan callada?

||-Las palabras no alcanzan; hablan los músculos, el silencio, la voracidad.-||

Puedo  sentir el sonido de los labios desprendiéndose, no quiero perderme en su mirada fatigada, y una sonrisa se dibuja en su cara. Me enerva en las venas el sentimiento de amor, o violencia, o degüello que aprisiona mi pensar, encapsula cualquier inquietud a un único ser y padecer: el celo.
El celo al futuro que no sucede. Y recuerdo la foto con su brazo estirándose a lo largo de la mesa, como quien toma la mano a su pretendiente de turno, la que se sienta enfrente, para mirarse a los ojos, para desearse a la mínima distancia, inclinar el cuerpo,  elegante, atraerla por la mano y besarla. El ángulo de la cámara, torcido, que repara en  la confirmación de la mano tomada, la elongación limitada del brazo, el cuerpo aprisionado desde la mano, tomando la foto, a las tazas de café, casi llenas, y el brazo relajado sosteniendo NO está mano.
Se me escapa un reproche al silencio. – A veces me das celos-  (...)
Pero es normal,  entonces vuelvo a besarlo. Lo único que quiero es que se termine.

 ||Distancia…||

sentimiento oscuro, el de  mi pensar,  neurótico (siempre): 

||Confusión.||

Esa oscuridad que cega la mirada encuentra en mis pupilas un mar de sal, de angustia, pero no angustia en el sentido desgarrante del sufrir, si no, si desgarrante pero el sufrir de la emoción, como  llegar al último párrafo de un  libro, como armar otra lista de quehaceres que terminan en nada. Lo absurdo y lo valorativo sobre las mismas paredes, con distintos grados de temperatura.  La emoción por la efímera presencia de felicidad. Lo deseoso volviéndose tragedia (cuando no?). Entonces, en esa capsula emotiva que se esconde en mis pupilas,  veo el brillo sublimarse ante su cuerpo que se acerca, ante su cuerpo, su figura espondaica, siempre caída de un hombro (el izquierdo), plantado en la espera, su cuerpo esperando, desilusionado viendo pasar los colectivos que no cargan mi presencia. Entonces,  bajo antes para caminar a nuestro encuentro, para verlo, nerviosa. Y ahí está, se me anuda en el pecho la convulsión. La  voracidad  se apodera de mi deseo, quiero cruzar la calle para estrujarlo dentro mío y el semáforo esta en verde y ese lapso de tiempo tan corto y real se hace eterno imposible ilusorio. Quiero desprenderme, correr hasta la culminación de esta espera finita,  los autos pasan, quiero atravesarlos. Salta, estalla todo en mí ante lo desconocido: la posible correspondencia. Es una asfixia, como estar en un subterráneo  o en un ataúd bajo tierra o en el freezer de un frigorífico con parientes pacientes  coctel y vos inamovible;  pero  en una tormenta de viento a orillas de un mar, picando. ||

             Confusión por tener todo tan claro (o no). Los sucesos se presentan como dictados por la perfección, los obstáculos parecen estar barridos por la presencia benévolamente invisible de algún dios, custodiando, aguardando, que nadie ataque hasta el momento oportuno.

¿Oportuno?


Tengo una idea, hace días tengo una idea atasca justo en el hemisferio derecho  del cerebro. Adormecida, anestesiada

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