miércoles, 30 de mayo de 2018

Luna.

La hojas amarillas se dispersan por todo el patio,  agonizantes. La textura todavía es joven pero el color ya no es el mismo, pronto empezaran a quebrarse, a sonar y resonar,  formaran un colchón, quemaran todo el pasto que este bajo ellas, todo se vuelve amarillo en invierno, como las crisis, las falsas alegrías, el alberdio, la expresión. Alguien seguro acabara incendiándolas,   y al fin la capa de humo esconderá nuestros cuerpos. Soy un sauce llorón de mil años, atrapada en  carne tibia,  profana, joven y mediocre.  Me siento quebrar, pero la piel se estira. El árbol queda pelado,  destronado de su copa sangrante, pronto renacerá. Mi cuerpo no, me gustaría que caigan hojas de mi cabeza junto al recuerdo, a la vergüenza, al sonido penetrante que no desaparece jamas; los sentidos morirán conmigo, pero que hago con este tiempo muerto por naturaleza, falleciendo a cada instante? Se cae el pelo, las uñas, las uñas de los pies negras, los moretones en las rodillas. Esos moretones son  lo mas parecido al empaque ancestral que prodria haber sido.. 
Cae  la noche, el sol se esconde brindándonos un espectáculo, si elevamos las miradas al unisono se puede ver ese ultimo destello de luz victorioso y egocéntrico huyendo para traernos la pesadilla. Una oda de palomas parece fundirse en ese ultimo tramo de luz intermitente anunciando una  tormenta húmeda. Adentro las paredes manchadas  comienzan a chorrear hasta mojar el colchón y precipitar el insomnio. Una copa de vino y a esperar el diluvio. Las luces están apagadas pero algo ilumina mi copa. La luna en el cielo me  intimida, se muestra desnuda ante mis ojos y dan ganas de desprenderse del impuesto de estas prendas usadas, que el frió congele los muslos,  la cara, la nariz, que nos hiele la boca y nos hunda en el placer doloroso de la noche. No puedo evitar mirarla y sentir angustia, de apoco  se hace mas clara y ese circulo blanco y perfecto, empieza a mostrar sus defectos, sus fantasmas, una mano esta marcada en su cuerpo, una mano negra, como un cachetazo. Para moverse se esconde con el movimiento de las nubes y se puede ver esa leve traslación aunque cuando  vuelve a descubrirse parece haberse mantenido siempre estatica. El aura a  su al rededor son dos anillos luminosos que vuelven del cielo gris algo mas sincero y visible que la clave de sol anunciando el día. su tamaño es mas grande que su apariencia como el pensar es mas amplio que un cráneo, la diferencia emerge en la posibilidad de la luna en desocultarnos sus heridas, cuando nosotros solo podemos hacerlo en la impronta de la soledad, de la ebriedad, de la agonía certera. Luego desaparece, dejándonos frente a un fondo negro, con la lluvia que cae a cantaros  de pensamiento pedestrozo, de llanto acabado.