jueves, 26 de enero de 2017

Memorias: El mar.

  Hace rato el sol dejo desteñir mis ojos marrones,  fusiono  su luz con el brillo de la mirada para hacerla desaparecer por la noche. Hoy,  mi mirada es gris, fría… como la orilla del mar un día nublado... ventosa en el romper de las olas. El mar me desilusiono tantas veces que es ahora mi anhelo por defecto, inmenso, eterno, falso. Me quedo con ese instante en que lo encontré por primera vez,  mis pies apenas se mantenían parados y  la  enfermedad  me sostenía  las manos extendidas hacia el cielo, los brazos gorditos, cortos, los  hombros, dislocados.  Una pared de agua parecía aplastarme, el corazón me latía a gran velocidad y puedo jurar que sufrí un pequeño infarto,  nos acercábamos, sin embargo me mantuve inmóvil, entregada a la adversidad, curiosa de mirar entre las olas peces, caracoles, aguas vivas (aunque no eran mis favoritas),  quería sentir la música ahí dentro, el ruido de los odios tapándose...  Cerré los ojos y  espere en vano. La pared enorme de agua salada, rompió en algún lado y lo único que sentí fue un leve movimiento en mi cintura que no llego si quiera a correrme de lugar. Mire  los ojos enfermos  buscando una respuesta, pero sonría, y sonreí porque entendí lo horrible de la desilusión que más tarde use en  mi contra.  Me encuentro tan lejos y a tan pocos kilómetros, incapaz de mantener el impulso, el peso, la soledad. Me encuentro a un parpadeo si quiero, pero algo siempre me sostiene, algo que  por supuesto no soy yo, y aun no puedo descifrar. Lo que me llama la atención son los caracoles enormes, con líneas circulares en espiral, duras, huecas, ahí dentro se encuentra el sonido, ahí dentro ha de romper las olas que desaparecen, pongo uno que guardo de aquella primera vez en mi oído y siento el hueco, si todo lo demás es místico o biológico no importa.  Lo sostengo en mi oído, cierro los ojos y fantaseo con la idea de partir, al fin. Siento las lágrimas reprimiéndose bajo los parpados y algunas gotas que se filtran arrastrándose por la bolsa de las ojeras, las mejillas, los labios, la pera, el suelo. Pienso en la manera en que mi huida afecta a los que conozco, a los que nunca me sintieron en verdad capaz, los culpables justificándose por mi condición maníaco- depresiva….o loca, en un lenguaje más burdo; otros culparan a las pastillas que tome, que deje, insultaran a mi psicólogo; para algunos seré como un ángel que paso para salvarlos, escucharlos, o un mal momento. Da igual, no hay herencia que deje más que un par de palabras dichas al aire, escritas en un cuaderno, impresas, archivadas, compartidas al vacío; no seré más que un fantasma, una presencia borrosa guardada en la memoria y desvaneciéndose en nuevos rostros y el olvido. Se confundirán las anécdotas en las que estuve y  las que no; confundirán también el día de mi defunción con mi cumpleaños, o moriré antes o después. Voy a borrarme del espacio y permanecer extinguiéndome en el tiempo vital de quien recuerde mi rostro o mi aliento un segundo más; voy a gritar el silencio dentro de un caracol enorme y dejar que mi cuerpo no sea más que esto, otra desilusión desangrándose en la cocina. 

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