Hace rato el sol dejo desteñir
mis ojos marrones, fusiono su luz con el brillo de la mirada para hacerla
desaparecer por la noche. Hoy, mi mirada
es gris, fría… como la orilla del mar un día nublado... ventosa en el romper de las olas. El mar me desilusiono
tantas veces que es ahora mi anhelo por defecto, inmenso, eterno, falso. Me
quedo con ese instante en que lo encontré por primera vez, mis pies apenas se mantenían parados y la
enfermedad me sostenía las manos extendidas hacia el cielo, los
brazos gorditos, cortos, los hombros,
dislocados. Una pared de agua parecía aplastarme,
el corazón me latía a gran velocidad y puedo jurar que sufrí un pequeño
infarto, nos acercábamos, sin embargo me
mantuve inmóvil, entregada a la adversidad, curiosa de mirar entre las olas
peces, caracoles, aguas vivas (aunque no eran mis favoritas), quería sentir la música ahí dentro, el ruido
de los odios tapándose... Cerré los ojos
y espere en vano. La pared enorme de
agua salada, rompió en algún lado y lo único que sentí fue un leve movimiento
en mi cintura que no llego si quiera a correrme de lugar. Mire los ojos enfermos buscando una respuesta, pero sonría, y sonreí
porque entendí lo horrible de la desilusión que más tarde use en mi contra. Me encuentro tan lejos y a tan pocos kilómetros,
incapaz de mantener el impulso, el peso, la soledad. Me encuentro a un parpadeo
si quiero, pero algo siempre me sostiene, algo que por supuesto no soy yo, y aun no puedo
descifrar. Lo que me llama la atención son los caracoles enormes, con líneas circulares
en espiral, duras, huecas, ahí dentro se encuentra el sonido, ahí dentro ha de
romper las olas que desaparecen, pongo uno que guardo de aquella primera vez en mi oído y siento el hueco, si
todo lo demás es místico o biológico no importa. Lo sostengo en mi oído, cierro los ojos y fantaseo
con la idea de partir, al fin. Siento las lágrimas reprimiéndose bajo los
parpados y algunas gotas que se filtran arrastrándose por la bolsa de las
ojeras, las mejillas, los labios, la pera, el suelo. Pienso en la manera en que
mi huida afecta a los que conozco, a los que nunca me sintieron en verdad
capaz, los culpables justificándose por mi condición maníaco- depresiva….o
loca, en un lenguaje más burdo; otros culparan a las pastillas que tome, que deje, insultaran a mi
psicólogo; para algunos seré como un ángel que paso para salvarlos,
escucharlos, o un mal momento. Da igual, no hay herencia que deje más que un
par de palabras dichas al aire, escritas en un cuaderno, impresas, archivadas,
compartidas al vacío; no seré más que un fantasma, una presencia borrosa
guardada en la memoria y desvaneciéndose en nuevos rostros y el olvido. Se
confundirán las anécdotas en las que estuve y las que no; confundirán también el día de mi
defunción con mi cumpleaños, o moriré antes o después. Voy a borrarme del
espacio y permanecer extinguiéndome en el tiempo vital de quien recuerde mi rostro
o mi aliento un segundo más; voy a gritar el silencio dentro de un caracol
enorme y dejar que mi cuerpo no sea más que esto, otra desilusión desangrándose
en la cocina.
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