Escribir
da asco, sonreír da asco, llorar da asco, sufrir tanto, fingir. Necesito
desaparecer. Que nadie me conozca, ni
siquiera yo. No es posible, ya está hecho. De igual modo, si no me voy, la enfermedad será quien me
lleve. Padezco de mí y es terminal. Los
parpados están secos, la piel se extingue, mis dientes se pudren, tengo
salpullido desde el cuello hasta cerca de los labios, moretones atrás de las
rodillas que apenas me dejan desplazarme de la cama al sillón. Zambullirme bajo el agua me genera alivio y
placer, y el placer me produce desprecio. El cuerpo cayendo, los ojos cerrados, la
pronta entrega, los pies que se mojan primero, el movimiento gravitatorio del
pelo que sube y baja y el peso del agua
lo mantiene pegado a mi rostro y algunas
canas flotan en el borde. Todo resulta ordinario. Voy a morirme en un vomito si
no desaparezco.
Los que conocía ya se despidieron y me
importo un carajo, me despedí de ellos hace rato, porque ellos así lo
quisieron. Estoy sola con un pucho sin
filtro quemándome la yema de los dedos, las palmas de la mano inundadas de
lavandina, amarillas, secas, descascarándose, las venas sobresalen de la muñeca
y también de los brazos. Una carta está por llegar pronto a la casa
anunciando mi muerte… Con incognitos , por
supuesto: por favor… presentarse urgente… por su último estudio de sangre… y firma el nombre del hospital, entonces sé que eso requiere de tratamiento para
extender mi permanencia vana acá en tierra firme, lugar desconocido o demasiado
cercano… requiere hacer doler más los
huesos pero yo prefiero secarme de a
poco y un dia simplemente no estar.
Para
ese entonces voy a estar lejos, mama
probablemente reciba el sobre y olvide leerlo. Un día mientras saque la basura se acordara de mí y como obra
del falso destino ahí estaré: estimada Solange, por favor presentarse urgente,
por su…. . Medio papel está invadido de
gusanos blancos carnívoros anunciando mi putrefacción. Algo apenas podrá distinguir y pensara que me fui para no
hacerla sufrir otra extensa agonía. sé
que disfrutara el drama. La verdad mama
es que hace tiempo agonizo, junto al
nacimiento de la razón y la conciencia de vivir, no pretendo que en mi lecho de
muerte me comprendas, divaga de mi
lo que siempre pensaste: loca, exagerada, egoísta que hasta último
momento te mantuvo preocupada y padeciendo,
sola. Cuando la notificación
hable de mi cuerpo estancado y seco en
la boca de un rio, recuerden también el cuerpo de tía Olga hundiéndose y volviendo ahogado a la
orilla. Ella lo predijo todo esa mañana que escape, ella sabía dónde yo estaba
apenas conociéndome. Tenía menos de dos años
y caminaba hace año y medio, decía algunas palabras, bailaba extasiada
entre los grandes, servía empanadas de copetín en mi cumpleaños y sabía que si
me acercaba al rio y caía no sabría jamás como
volver a la orilla y no podría ver ni las lágrimas de mama, de abuela,
de enfermo, ni el crecimiento de Sasha, mi primer mascota que más tarde huyo. Lo que si pude ver fueron los ojos comprensivos de tía Olga cuando
corriendo vino a mi rescate y probablemente
una milésima de segundo antes de
ahogar al fin sus pensamientos, recordó que ese día solo bastaba que me diera
un minuto mas de ventaja para
salvarme. Tomen esa foto que ella saco a
mi diminuto entendimiento sentada al
borde del rio donde pronto se pararía para desaparecer, miren la inocente mirada contemplando el agua
dulce y podrida de ese rio desconocido,
el vestido blanco y rojo como la piel fría, la sangre y el cuarto de revelado. En ese instante
comenzó la agonía en mí y tía Olga.
Cuando
ella se fue nadie me lo dijo porque creyeron que no tenía relevancia. Lo nuestro
es un secreto ajeno incluso para tía Olga. Me entere años después por casualidad en un
almuerzo familiar, de los pocos que fui. La compararon conmigo por la fotografía y el silencio. Mi
abuela me dio la cámara dónde se registró ese instante de muerte próxima y
colectiva. Rompí el lente cuando se me resbalo de las manos apenas la tome, y entendí, o me convencí, de que nadie más debía ser condenado con
el mismo disparo. Ni espacios ni personas.
Ese día un montón de ideas parecieron cobrar sentido o justiciarse. En un rollo viejo encontré fotos quemadas de
perros disfrazados de marido y mujer, había registros de casamientos y hasta la presencia repetida de un cura canino
bendiciendo la unión. Tía Olga fue para mí una remota desconocida por lo menos en este plano, si de planos se
trata... Sin embargo cuando escucho su
nombre mi corazón late más fuerte.
Cierro los ojos y los latidos son como
ecos en mi cabeza. Mi cuerpo se aleja pero mi corazón late con la intensidad de
la admiración y el recuerdo extraño del suceso, real o no, de su mirada
comprensiva a través de la cámara.
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