domingo, 23 de octubre de 2016

Desayuno

   Desayuno. Me siento una bola de grasa incapaz de controlar el hambre voraz, la ansiedad, el vómito que le sucede, que no elimina el excedente, jamás. El espejo en vertical da un panorama horrible, amorfo, el estómago sobresale de la cabeza,  y las piernas parecen bolsas de papas, llenas de cráteres,  y mi culo, otro deprimido. El espejo horizontal del baño,  devuelve  el rostro ajeno que muestro y no dejo de mostrar, siempre sin mi voluntad. Me acerco, las cejas gruesas, las ojeras, las pupilas dilatadas por la droga que genera la supuesta  felicidad que anhelo, desconfió de esa falsa felicidad, del efímero momento en que los músculos de la cara, también fuera de mi voluntad, generan una sonrisa; del éxtasis invasivo que no  permite la inmovilidad. Perdón, creo que no funciona. Acá un halago, me acerco más y encuentro mis ojos, ojos grandes, enormes vacíos y llenos de mundo, de nada, y siento, y sufro y  los considero míos, a ambos, separados por el tabique que no sé qué hace ahí, pero esta, pero están juntos, son unánimes, uno solo, el observador dentro mío, lo que soy,  dolor.  Ojos grandes, enormes, que miran infinidad de sufrimiento, miran rengos, miran ciegos, miran hambre y yo maciza. Ojos grandes que miran, se mimetizan con el exterior angustiante, porque no una sonrisa? FALSA, falsedad, conformismo, apariencia. Ojos grandes me torturan  y no quiero perderlos. Ojos grandes inundados de perdón, de culpa, de sollozo. Angustia incontrolable que me supera. Parar no puedo. No puedo parar de pensar en el sin sentido de la vida basura, del morir  sufriendo cuando intentan reanimarte, no me reanimen, por favor. En algún momento me importo la trascendencia pero no le importo a nadie. Vivo para los otros porque les interesa su vida y  a  mí no me  interesa nada, ni ellos, ni lo servicial, sin embargo lo hago, como también respiro involuntariamente, sin mi permiso, mecánicamente. Mente, mente, que no aprende del silencio. Si la química no nos para, como te puedo callar? Es raro, a veces me complazco con tu voz dentro mio,  tenes razón,  de eso no dudo,  pero me duele. Pienso, luego existo. Pienso, luego existo. Y lloro, lloro mucho, oh ego cogito!, lloro mucho,  ya sin lágrimas, igual lloro.  Si es parte de mi este pensamiento, porque alterar mi psiquis a lo que alguien más espera? A quien estoy defraudando esta vez si soy sola? Quien es ese alguien? Que quiere de mí?  Números, si, números. Porque no deja este alguien que acabe con esto? Y si le parece eterno el amague, porque ese alguien no me pega un tiro? Porque pago para hablarle a otro,  que tampoco me quiere, que tampoco le importo y  si no está la mensualidad en su billetera, mi turno es reemplazado? Y  si  no puedo,  y si no quiero el turno hoy, y tal vez mañana . Noticia: soy un número,  alguien. Y voy a pagarle por un tiro,  una bala justo en las entrañas, o en la boca del estómago, toma cerda! Eso es lo que quiero, no quiero escuchar el discurso repetido de que hay otra vida que es la que yo no veo. Lo único que hay es mortalidad y tengo ansia de devorarme. Si no funciona, que me llene de agujeros hasta que me desintegre, pagare por cada uno. La piel no es eterna y eso extingue a la humanidad, a la tierra, y los gusanos que comen los cuerpos mueren al final de hambre  y no queda más que un desierto que se esfuma por el movimiento, se vuelva , otra  vez, hasta desintegrarse.  Soy el mundo y no me importa. No me habita, yo lo habito, no decido, vengo de un feto no engendrado en mí, vengo de un amor fallecido, de un Edipo que no existe, de un útero egoísta, pobre útero egoísta desvariado: no hay nada que vos tengas que me interese, pero si te complazco, estoy para lo que necesites, nunca te darás cuenta útero egoísta que todos tus esfuerzos por sobrevivir son en vano (afortunada).


  Creo que  doy la sesión por terminada. Por mí, por mi insoportable involuntad  en cambiar algo que supera la impronta de existir, la reflexiona, la destripa. Quiero llorar, quiero llorar con agua de mar mientras me hundo extasiada de falsa felicidad, con el estómago lleno de píldoras, y la grasa hace el peso. Y me hundo, me hundo profundo y en ese momento pienso que quiero vivir, pero me reanimo porque es falso, porque no soy yo, estoy sedada, inundada, y veo el cielo que apenas distingo y pienso si es verdad que vuelo  desde abajo hacia  un cielo, o un  infierno, pienso si es un holograma, si es todo una mentira, y si es una mentira, pero no de esas mentiras, quiero gritar algo pero el agua me inunda el organismo que desprecio, los pulmones se traban, mi corazón no bombea; y si,  la felicidad que me dio ganas de vivir no fue solo el exceso de anfetaminas, fue el logro, fue el resultado que me llevo a lo hondo, fue el impulso, y por primera vez hago lo que quiero, que probablemente no sea morir, pero definitivamente no es vivir, así, ni nada. No nado. Me hundo. Me da asco pensar en volver a la orilla  para que miren mi verdadero cuerpo. Pero de eso se trató mi paso por esta inmundicia, de la vergüenza, de la vergüenza  de mi aspecto, de la moral de los otros y mi otro, de la vergüenza por el habla, mecanismo voluntario que no pude controlar e igual me representa, habla idiota, palabras que me obligan a justificarme con los dedos, el teclado, la asfixia, el sufrimiento, la libertad. Ojos grades miren ese cielo! Miren como va perdiéndose con el movimiento de las olas, con las cortinas que se cierran, malditos parpados.  Miren  y avisen a mente que nos rendimos.  De que nos rendimos? Mis ojos hablan en mi cabeza, con voz de mente, mi voz. Ya basta, solo dile que terminamos. Terminamos. Solo eso terminamos. Olvidemos el miedo. Bueno, miedo viene con nosotros, ya se. Pero esta vez nos entregamos, sin temblar, ya no, ya se fue el cuerpo odiado, que esta vez nos ayudó, esta vez nos ayudó pero igual no lo revindicamos, jamás. Hasta luego, perdón: adiós. No me extrañen, ja!

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