Desayuno. Me siento una bola de grasa incapaz de controlar el hambre
voraz, la ansiedad, el vómito que le sucede, que no elimina el excedente, jamás.
El espejo en vertical da un panorama horrible, amorfo, el estómago sobresale de
la cabeza, y las piernas parecen bolsas
de papas, llenas de cráteres, y mi culo,
otro deprimido. El espejo horizontal del baño,
devuelve el rostro ajeno que
muestro y no dejo de mostrar, siempre sin mi voluntad. Me acerco, las cejas
gruesas, las ojeras, las pupilas dilatadas por la droga que genera la supuesta felicidad que anhelo, desconfió de esa falsa
felicidad, del efímero momento en que los músculos de la cara, también fuera de
mi voluntad, generan una sonrisa; del éxtasis invasivo que no permite la inmovilidad. Perdón, creo que no
funciona. Acá un halago, me acerco más y encuentro mis ojos, ojos grandes,
enormes vacíos y llenos de mundo, de nada, y siento, y sufro y los considero míos, a ambos, separados por el
tabique que no sé qué hace ahí, pero esta, pero están juntos, son unánimes, uno
solo, el observador dentro mío, lo que soy,
dolor. Ojos grandes, enormes, que
miran infinidad de sufrimiento, miran rengos, miran ciegos, miran hambre y yo maciza.
Ojos grandes que miran, se mimetizan con el exterior angustiante, porque no una
sonrisa? FALSA, falsedad, conformismo, apariencia. Ojos grandes me
torturan y no quiero perderlos. Ojos grandes
inundados de perdón, de culpa, de sollozo. Angustia incontrolable que me
supera. Parar no puedo. No puedo parar de pensar en el sin sentido de la vida
basura, del morir sufriendo cuando
intentan reanimarte, no me reanimen, por favor. En algún momento me importo la
trascendencia pero no le importo a nadie. Vivo para los otros porque les
interesa su vida y a mí no me
interesa nada, ni ellos, ni lo servicial, sin embargo lo hago, como también
respiro involuntariamente, sin mi permiso, mecánicamente. Mente, mente, que no
aprende del silencio. Si la química no nos para, como te puedo callar? Es raro,
a veces me complazco con tu voz dentro mio, tenes razón,
de eso no dudo, pero me duele. Pienso,
luego existo. Pienso, luego existo. Y lloro, lloro mucho, oh ego cogito!, lloro
mucho, ya sin lágrimas, igual lloro. Si es parte de mi este pensamiento, porque
alterar mi psiquis a lo que alguien más espera? A quien estoy defraudando esta
vez si soy sola? Quien es ese alguien? Que quiere de mí? Números, si, números. Porque no deja este
alguien que acabe con esto? Y si le parece eterno el amague, porque ese alguien
no me pega un tiro? Porque pago para hablarle a otro, que tampoco me quiere, que tampoco le importo
y si no está la mensualidad en su
billetera, mi turno es reemplazado? Y si no
puedo, y si no quiero el turno hoy, y
tal vez mañana . Noticia: soy un número, alguien. Y voy a pagarle por un tiro, una bala justo en las entrañas, o en la boca
del estómago, toma cerda! Eso es lo que quiero, no quiero escuchar el discurso
repetido de que hay otra vida que es la que yo no veo. Lo único que hay es
mortalidad y tengo ansia de devorarme. Si no funciona, que me llene de agujeros
hasta que me desintegre, pagare por cada uno. La piel no es eterna y eso
extingue a la humanidad, a la tierra, y los gusanos que comen los cuerpos
mueren al final de hambre y no queda más
que un desierto que se esfuma por el movimiento, se vuelva , otra vez, hasta desintegrarse. Soy el mundo y no me importa. No me habita, yo
lo habito, no decido, vengo de un feto no engendrado en mí, vengo de un amor
fallecido, de un Edipo que no existe, de un útero egoísta, pobre útero egoísta desvariado:
no hay nada que vos tengas que me interese, pero si te complazco, estoy para lo
que necesites, nunca te darás cuenta útero egoísta que todos tus esfuerzos por
sobrevivir son en vano (afortunada).
Creo que doy la sesión por
terminada. Por mí, por mi insoportable involuntad en cambiar algo que supera la impronta de
existir, la reflexiona, la destripa. Quiero llorar, quiero llorar con agua de
mar mientras me hundo extasiada de falsa felicidad, con el estómago lleno de píldoras,
y la grasa hace el peso. Y me hundo, me hundo profundo y en ese momento pienso que
quiero vivir, pero me reanimo porque es falso, porque no soy yo, estoy sedada,
inundada, y veo el cielo que apenas distingo y pienso si es verdad que
vuelo desde abajo hacia un cielo, o un infierno, pienso si es un holograma, si es
todo una mentira, y si es una mentira, pero no de esas mentiras, quiero gritar
algo pero el agua me inunda el organismo que desprecio, los pulmones se traban,
mi corazón no bombea; y si, la felicidad
que me dio ganas de vivir no fue solo el exceso de anfetaminas, fue el logro,
fue el resultado que me llevo a lo hondo, fue el impulso, y por primera vez
hago lo que quiero, que probablemente no sea morir, pero definitivamente no es
vivir, así, ni nada. No nado. Me hundo. Me da asco pensar en volver a la
orilla para que miren mi verdadero
cuerpo. Pero de eso se trató mi paso por esta inmundicia, de la vergüenza, de
la vergüenza de mi aspecto, de la moral
de los otros y mi otro, de la vergüenza por el habla, mecanismo voluntario que
no pude controlar e igual me representa, habla idiota, palabras que me obligan
a justificarme con los dedos, el teclado, la asfixia, el sufrimiento, la
libertad. Ojos grades miren ese cielo! Miren como va perdiéndose con el
movimiento de las olas, con las cortinas que se cierran, malditos parpados. Miren y
avisen a mente que nos rendimos. De que
nos rendimos? Mis ojos hablan en mi cabeza, con voz de mente, mi voz. Ya basta,
solo dile que terminamos. Terminamos. Solo eso terminamos. Olvidemos el miedo.
Bueno, miedo viene con nosotros, ya se. Pero esta vez nos entregamos, sin
temblar, ya no, ya se fue el cuerpo odiado, que esta vez nos ayudó, esta vez
nos ayudó pero igual no lo revindicamos, jamás. Hasta luego, perdón: adiós. No
me extrañen, ja!
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