Te amo, locura infinita, tanto
para dejarme morir. Déjanos morir bajo el tapiz gris de las paredes, el
machimbre del cielo raso quebrando cada noche. Siento el filo de astillas penetrando mi pecho, suave, aniquilante. Del
mismo modo, agonizante e infinito, desconfió de las palabras pronunciadas, de
la bondad, la entonación, y este amor quizás
es otro montón de habladurías. Quien me dice que es real cuando la acción se
contradice con mi lengua, se contradice con mi cuerpo, con mi deseo? Locura
infinita, amado sufrimiento, el confort de tu mal aplaca la correspondencia convertida
ya en enojo. Los gritos desesperados de tu renacer manipulan el entorno, se
bastan a sí mismo conmemorando la autodestrucción. A quien rendimos honor? La causalidad todo lo sabe, lo predice
aconteciendo. La imagen difuminada de la salvación se vuelve nítida, se reconstruye sobre el
fondo negro a la altura de los ojos. Queremos alejarnos de la condena
desnudando las piernas frente la vigilia, rezando al perdón, ave maría. Locura
infinita, ahora me traes la culpa envuelta en el manto de una virgen que
solloza. Que sucede con lo bíblico y ese desdén de transitar lo rutinario? La moral, el arrepentimiento, plasmados en la
imagen duran más que diez oraciones reprimiendo. El poder en la lagrima, el
parpado caído hinchado de angustia, de somnolencia, doliendo; es la memoria
enmarcada del eterno padecer. Agobio. Agobio de ser uno mismo en acciones que no
desea. Es que los actos ni siquiera responden a una ley divina, responden si a la culpa del disfrute. La tranquilidad del
super yo nos trastorna, la neurosis del ego cogito impulsa el exterminio. Si! Si!
Si! Me confundía en pensar que la muerte
no estaba trasgrediendo mi asco, me confundía en creer en la comunión de las
partes como algo armónico, la comunión es otra réplica de la perdición, es otra
replica a la salvación entendida como algo que se reemplaza. Se remplaza el disfrute en el goce falso de buscarse a sí
mismo y encontrarse, en la soledad absoluta, terca. Es que no podemos aceptarnos
señor, pero perdón no hago más que
rendirme honores. No basta, no basta el amor sin enfermedad. Amo, locura
infinita, mi estúpido ser.
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