domingo, 1 de febrero de 2015

Donde.

 Si termino de leer y me inclino hacia atrás con los ojos cerrados sobre el respaldo de la silla; si flexiono las rodillas y reposo mis pies sobre la mesa; si luego abro los ojos, inclino la cabeza y miro hacia arriba;  puedo ver el cielo  más oscuro entre las ramas de  un árbol. Ese árbol  tiene hojas porque es enero, está oscuro porque paso el tiempo  y el cielo se esconde tras estos parámetros  porque estoy en el patio de mi casa. El razonamiento nos excede. Si cierro los ojos de vuelta  con fuerza, y me imagino  un  foco rojo arriba de mi cabeza, el sonido monótono de mi mano golpeando  la madera de una mesa que no es la misma donde reposo mis pies, porque mis pies están revotando sobre un piso de cerámica  en un mismo ritmo; nadie puede negarme que no estoy acá, al menos que abra los parpados nuevamente y me encuentre atrapada en el ramal.  Y si me enredo mas al fondo, entre mis pensamientos  y las ramas uniformes, si me enredo mas a ellos y me trasporto con la mente otra vez al foco rojo con las pupilas abiertas enormes e inmóviles, quien puede negarme que no estoy siendo encandilada por la luz roja? Si aniquilo toda realidad y solo queda la razón, nadie puede negarme que no estoy donde estoy porque no hay tal sitio. Soy razonamiento. Soy no estar-  



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