miércoles, 21 de enero de 2015

Brazos.

    Amanecí   abrazándome el cuerpo, con las manos en los hombros y en la cintura,  los brazos enredados, de costado, la mirada  en la pared celeste y un nombre que no conozco. La soledad se vuelve egolatría, trascendente y  vacía. Me zumban los oídos, es que en verdad no estoy sola, me persiguen las sombras, los fantasmas del día, de la noche, del ente. Sus alaridos de pito, sus voces roncas, sus silencios con  ojos destellantes, de goce egoísta, de lastima a uno mismo. Me despierto abrazándome y así me quiero quedar. La alarma suena cada vez más fuerte, pero no puedo salir de este sueño aterrador que me acobija en el apogeo del cesar. Me quiero acurrucar, no me puedo levantar  y  como la alarma, el sonido de sus gargantas ásperas, sus lenguas  efusivas, asesinas,  me acribillan, son  cuchillos en los oídos, siento estallar los tímpanos, los siento chorrear, y el sonido,  el sonido se instala en mi cerbero. Ya no es una cuestión de sentidos, están dentro de mi cabeza atormentándome, también  sus respiraciones, sus respiraciones, el sexo asqueroso de sus respiraciones. Se  instalan en mi cráneo  en un recuerdo que me adormece. Junto las piernas  al pecho,  hundo la cabeza,  me abrazo cada vez con más fuerza, no quiero salir, quiero aniquilarme con la almohada, obstruir el aire con la almohada, que  me exploten los pulmones, que se vacíen, que se vuelvan huecos, se rompan.  Soy un pedazo de carne seca, putrefacta  y congelada, un pedazo de carne con piel blanca pálida y hueca. Repito, acá no hay nada, mis órganos también son cenizas. Nunca hay nada, solo es  eco.

    Es tan vivo ese instante que me adormece, me mantiene permanente en ese eje obstruido, distante,  solo, como un desierto sin fondo, sin paisaje, ni cactus,  ni arena, como un desierto de piso y paredes negras, como  un gato en una caja de cartón teñido con un cincuenta por ciento de posibilidades de morir en una milésima de segundo que puede durar décadas. Entran en mi con todo ese físico encorvado, marrón, como la mierda, marrones y encorvados entrando por los agujeros de mis oídos, se agarran del borde de la piel, meten la cabeza, el cuello,  el estomago, un pie, las piernas.   Acá no hay naturaleza,  se esconde, me ignora, me mantiene en este ente inaflorable, me quema por dentro y  deja mi cuerpo externo intacto. No tengo cobardía   pero tampoco instrumentos, es una no acción constante, un acontecimiento aterrador el de olvidar y mantenerse en el desolvido.  El enigma que nunca descifro, no quiero. Cállense!!!! No quiero más su vociferada despreciable, decadente, vuélvanse descartable, desecho, ya no estoy en el basural, estoy más allá, en el lumbral, sin nadie.
                                                                                                         

   A veces tengo pantallazos de lucidez, me estremezco si me rozan el brazo, como piel de gallina y pego un salto bien lejos; me estremezco con sonrisas ajenas (e intangibles, es   cada vez que  me acerco para acariciarlas  se prende una llama en mis manos, en los dedos y otra vez   todo es hueco  y distante). Se aleja, todo. Queda entre la luz de la pantalla y mi rostro, mi boca, mi cuerpo indeseoso; queda  el hueco que producen las cenizas de mis manos ansiosas, el polvo. Los labios encorvados, los dientes dorados y apretados se transforman en una línea recta sin siquiera la curva  del dedo de Dios perdonándonos. La metamorfosis existe en el lumbral, y todo lo real se vuelve holograma para mis ojos expectantes,  cansados, sin expresión. Todo lo real obstruye el imaginario,  es que en verdad no sé que es la realidad. Ni siquiera sé si lo que creí real, lo que llamo recuerdo y olvido,  alguna vez entro en el plano del suceder,  o fue solo un mal sueño, una fantasía, otra alucinación. No tengo certezas de nada que demuestre mi existencia entre los vivos, estoy sola en el lumbral de mi habitación, en el ente de mis pensamientos, con la mirada fija en una pared  llena de nombres y frases deprimentes, decadentes , de desaliento;  sola abrazándome el cuerpo con los brazos;  agarrándome el hombro y la cintura con las manos;  con las rodillas en el pecho;  con un caudal de mierda comiéndome la cabeza;  llorando con los cachetes secos, con la boca seca, las paredes intravenosas secas, los dientes podridos, los vasos sanguíneos vacios, los pulmones rotos sin aire, los riñones con cirrosis, el feto  ahogado; sola como un gato en una caja de cartón teñida. 


                                                                                                                        (eeeeecoooooooooooooo)





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