Amanecí
abrazándome el cuerpo, con las manos en los hombros y en la
cintura, los brazos enredados, de
costado, la mirada en la pared celeste y
un nombre que no conozco. La soledad se vuelve egolatría, trascendente y vacía. Me zumban los oídos, es que en verdad
no estoy sola, me persiguen las sombras, los fantasmas del día, de la noche,
del ente. Sus alaridos de pito, sus voces roncas, sus silencios con ojos destellantes, de goce egoísta, de
lastima a uno mismo. Me despierto abrazándome y así me quiero quedar. La alarma
suena cada vez más fuerte, pero no puedo salir de este sueño aterrador que me
acobija en el apogeo del cesar. Me quiero acurrucar, no me puedo levantar y como
la alarma, el sonido de sus gargantas ásperas, sus lenguas efusivas, asesinas, me acribillan, son cuchillos en los oídos, siento estallar los
tímpanos, los siento chorrear, y el sonido, el sonido se instala en mi cerbero. Ya no es una
cuestión de sentidos, están dentro de mi cabeza atormentándome, también sus respiraciones, sus respiraciones, el sexo
asqueroso de sus respiraciones. Se instalan
en mi cráneo en un recuerdo que me
adormece. Junto las piernas al pecho, hundo la cabeza, me abrazo cada vez con más fuerza, no quiero
salir, quiero aniquilarme con la almohada, obstruir el aire con la almohada,
que me exploten los pulmones, que se vacíen,
que se vuelvan huecos, se rompan. Soy un
pedazo de carne seca, putrefacta y
congelada, un pedazo de carne con piel blanca pálida y hueca. Repito, acá no hay
nada, mis órganos también son cenizas. Nunca hay nada, solo es eco.
Es tan vivo ese instante que me adormece, me mantiene
permanente en ese eje obstruido, distante, solo, como un desierto sin fondo, sin paisaje,
ni cactus, ni arena, como un desierto de
piso y paredes negras, como un gato en
una caja de cartón teñido con un cincuenta por ciento de posibilidades de morir
en una milésima de segundo que puede durar décadas. Entran en mi con todo ese físico
encorvado, marrón, como la mierda, marrones y encorvados entrando por los
agujeros de mis oídos, se agarran del borde de la piel, meten la cabeza, el
cuello, el estomago, un pie, las
piernas. Acá no hay naturaleza, se esconde, me ignora, me mantiene en este
ente inaflorable, me quema por dentro y
deja mi cuerpo externo intacto. No tengo cobardía pero tampoco instrumentos, es una no acción
constante, un acontecimiento aterrador el de olvidar y mantenerse en el
desolvido. El enigma que nunca descifro,
no quiero. Cállense!!!! No quiero más su vociferada despreciable, decadente,
vuélvanse descartable, desecho, ya no estoy en el basural, estoy más allá, en
el lumbral, sin nadie.
A
veces tengo pantallazos de lucidez, me estremezco si me rozan el brazo, como
piel de gallina y pego un salto bien lejos; me estremezco con sonrisas ajenas (e
intangibles, es cada vez que me acerco para acariciarlas se prende una llama en mis manos, en los dedos
y otra vez todo es hueco
y distante). Se aleja, todo. Queda entre la luz de la pantalla y mi rostro,
mi boca, mi cuerpo indeseoso; queda el
hueco que producen las cenizas de mis manos ansiosas, el polvo. Los labios encorvados,
los dientes dorados y apretados se transforman en una línea recta sin siquiera
la curva del dedo de Dios perdonándonos.
La metamorfosis existe en el lumbral, y todo lo real se vuelve holograma para
mis ojos expectantes, cansados, sin expresión.
Todo lo real obstruye el imaginario, es
que en verdad no sé que es la realidad. Ni siquiera sé si lo que creí real, lo
que llamo recuerdo y olvido, alguna vez
entro en el plano del suceder, o fue
solo un mal sueño, una fantasía, otra alucinación. No tengo certezas de nada
que demuestre mi existencia entre los vivos, estoy sola en el lumbral de mi
habitación, en el ente de mis pensamientos, con la mirada fija en una
pared llena de nombres y frases
deprimentes, decadentes , de desaliento;
sola abrazándome el cuerpo con los brazos; agarrándome el hombro y la cintura con las
manos; con las rodillas en el pecho; con un caudal de mierda comiéndome la cabeza; llorando con los cachetes secos, con la boca
seca, las paredes intravenosas secas, los dientes podridos, los vasos
sanguíneos vacios, los pulmones rotos sin aire, los riñones con cirrosis, el
feto ahogado; sola como un gato en una
caja de cartón teñida.
Un estilo surrealista e inquietante.
ResponderEliminaraltas gambas.... eso es todo mi comentario je.... salu2....
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