Me estoy apagando.
En los oídos retumban, me siguen retumbando
las voces que ya ni siquiera escucho. Dejen de quejarse, de evadirme, no me
reten, ¿creen que lo hago apropósito? No se ser de otra manera que no sea esta,
ni siquiera se cual es mi manera. Si se quién soy.
Las mujeres me aplastan con sus bolsos y los
hombres me frotan la pija en la pierna, la espalda, la cara. Eso soy, una pared, piedra. Cierro los ojos. Antes dormía menos. Otra vez se olvidaron de preguntarme si quería,
si quería que? Tenían que preguntarlo?
Sucede. A mi alrededor todo sucede, me sucede, me acontece, me atraviesa,
desaparece. Quedo sola, sola y varada en el suceder, en el medio de la oscuridad, llena de pozos y
llena de pozos en la piel, sola llena de pozos como cráteres, en la nada, sola
sola sola, clavando los ojos en la luna inmóvil, inmensa, impenetrable. El holograma
del cielo gira sobre las vías, ella se mantiene quieta. Miro. Veo. No pasa
nada. Me transporta con sus ojos invisibles al agujero mas grande, al cráter mas
grande, negro, sin fondo, negro y oscuro, sin fondo, infinito, inmortal y
eterno y vacio. Inmortal y eterno y vacio ante vos, ante nosotros, seres mortales y efímeros y vacíos y yo. Mi yo
anhelando a la luna invisible en su no presencia, mi yo aniquilado en el falso
movimiento, mi yo que no puede fingir.
Las mujeres me aplastan con sus bolsos y los
hombres me frotan la pija en la pierna, la espalda, la cara. Eso soy, una
pared, piedra. Cierro los ojos. La luna me atraviesa una daga divisoria en plena luz del día que entra por las ventanas selladas. Sus ojos fugaces se esconden bajo otra mirada
, detrás de orejas, cabezas, estómagos, tetas, detrás de todo lo circundante, lo
ovárico. Vuelve a empezar el ciclo. Me ves?
Te veo. Transparente. su visión es transparente, me cautiva ante tanta humanidad basura. Las puertas se abren. Se desdibuja la lucidez de la luna con un rayo de sol entre mis parpados blancos. Un eclipse. Las puertas se abren, se desdibuja la lucidez de la luna a un punto negro en su rostro seco, cansado. Un eclipse. Las puertas se abren, se desdibuja la lucidez de la luna. A la derecha, un hombre dormido ronca y escupe un chorro de saliva espumante dejando una aureola blanca de baba en su camisa.
Te veo. Transparente. su visión es transparente, me cautiva ante tanta humanidad basura. Las puertas se abren. Se desdibuja la lucidez de la luna con un rayo de sol entre mis parpados blancos. Un eclipse. Las puertas se abren, se desdibuja la lucidez de la luna a un punto negro en su rostro seco, cansado. Un eclipse. Las puertas se abren, se desdibuja la lucidez de la luna. A la derecha, un hombre dormido ronca y escupe un chorro de saliva espumante dejando una aureola blanca de baba en su camisa.
Las puertas
se cierran, otra
vez.
El charco de baba es un cielo que anochece, vuelven,
vuelve la transparencia a penetrar mi
desgracia con más ensueño, sus ojos inquietos desaparecen de mi perspectiva para convertirse en un par de
labios que también simulan el movimiento. Sus labios se separan sin aliento, pronuncian el
silencio en un susurrar fallido. “chau” se despegaron delgados unos de otros,
secos, cansados, un hilo de piel del
labio superior quedo encimado.
Sangre. Su boca expulsa suspiros sin
aire, sin humedad, si con deseo, con deseo posible y evadido. El oxigeno se escapa de mi cuerpo. Así debe sentirse
perder el alma. Mis manos se elevan, extiendo los dedos hacia la luna, los
balanceo lento y torpemente. me despido. La puerta esta abierta, la noche se vuelve sol radiante de nuevo, el hombre vomita mucosa y saliva. Sigue durmiendo. Cierro los ojos al
mismo tiempo que la luz se cierra para todos. Las mujeres me aplastan con sus
bolsos y los hombres me frotan la pija en la pierna, la espalda, la cara; la
luna vuelve asomarse, es una sombra, y yo una piedra.
bueno bueno, Me gustó
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