viernes, 16 de enero de 2015

sarmiento.

Me estoy apagando.

En los oídos retumban, me siguen retumbando las voces que ya ni siquiera escucho. Dejen de quejarse, de evadirme, no me reten, ¿creen que lo hago apropósito? No se ser de otra manera que no sea esta, ni siquiera se cual es mi manera. Si se quién soy.

Las mujeres me aplastan con sus bolsos y los hombres me frotan la pija en la pierna, la espalda, la cara.  Eso soy, una pared, piedra. Cierro los ojos.  Antes dormía menos.  Otra vez se olvidaron de preguntarme si quería, si quería que?  Tenían que preguntarlo?


Sucede. A mi alrededor  todo sucede, me sucede, me acontece, me atraviesa, desaparece. Quedo sola, sola y varada en el suceder,  en el medio de la oscuridad, llena de pozos y llena de pozos en la piel, sola llena de pozos como cráteres, en la nada, sola sola sola, clavando los ojos en la luna inmóvil, inmensa, impenetrable. El holograma del cielo gira sobre las vías, ella se mantiene quieta. Miro. Veo. No pasa nada. Me transporta con sus ojos invisibles al agujero mas grande, al cráter mas grande, negro, sin fondo, negro y oscuro, sin fondo, infinito, inmortal y eterno y vacio. Inmortal y eterno y vacio ante vos, ante nosotros,  seres mortales y efímeros y vacíos y yo. Mi yo anhelando a la luna invisible en su no presencia, mi yo aniquilado en el falso movimiento, mi yo que no puede fingir.

Las mujeres me aplastan con sus bolsos y los hombres me frotan la pija en la pierna, la espalda, la cara. Eso soy, una pared, piedra.  Cierro los ojos.  La luna me atraviesa una daga divisoria  en plena luz del día que entra  por las ventanas selladas.  Sus ojos fugaces se esconden bajo otra mirada , detrás de orejas, cabezas, estómagos, tetas, detrás de todo lo circundante, lo ovárico. Vuelve a empezar el ciclo. Me ves? 


Te veo. Transparente.  su visión es transparente, me cautiva ante tanta humanidad basura. Las puertas se abren. Se desdibuja la lucidez de la luna con un rayo de sol entre mis parpados blancos.  Un eclipse. Las puertas se abren, se desdibuja la lucidez de la luna a un punto negro en su rostro seco, cansado. Un eclipse. Las puertas se abren, se desdibuja la lucidez de la luna. A la derecha, un hombre  dormido ronca y  escupe un chorro de saliva espumante dejando una aureola blanca de baba en su camisa.

 Las puertas se cierran,                                                                                                            otra vez.


   El charco de baba es un cielo que anochece, vuelven, vuelve la transparencia a penetrar  mi desgracia con más ensueño, sus ojos inquietos desaparecen de mi  perspectiva para convertirse en un par de labios  que  también simulan el movimiento. Sus  labios se separan sin aliento, pronuncian el silencio en un susurrar fallido. “chau” se despegaron delgados unos de otros, secos, cansados, un hilo de piel  del labio superior quedo  encimado. Sangre.  Su boca expulsa suspiros sin aire, sin humedad, si con deseo, con deseo posible y evadido.  El oxigeno se escapa de mi cuerpo. Así debe sentirse perder el alma. Mis manos se elevan, extiendo los dedos hacia la luna, los balanceo lento y torpemente. me despido.   La puerta esta abierta, la noche se vuelve sol radiante de nuevo, el hombre vomita mucosa  y saliva. Sigue durmiendo. Cierro los ojos al mismo tiempo que la luz se cierra para todos.                                                                                              Las mujeres me aplastan con sus bolsos y los hombres me frotan la pija en la pierna, la espalda, la cara; la luna vuelve asomarse, es una sombra, y yo una piedra. 

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