No sé, prefiero las ramas peladas, uniformes, deformes. En el aire se respira una falsa felicidad, salió
el sol. Grande el sol, reciproco,
redondo, redundante, amarillo, naranja, rojo, gris, la luna, negra. Colores escupidos sobre la piel incentivando el
florecer del mal gusto. Miradas llenas
de hormonas rozando el asco. Tallos muertos de rosas agonizantes. No quiero caer en la mediocridad pero no
encuentro motivos para no llorar, ni definición para la palabra mediocre que
tanto me perturbo en mi corto devenir. El 21 deja de ser mi número favorito, en
este momento, por 24 horas más. Nunca no sé. Estoy encerrada cubierta en
frazadas y un viento frió que me invento en la nuca. Me fumo un porro, me tomo
un té, y me deshidrato. Caigo en un
sueño profundo que, otra vez, es pesadilla, y salgo del baño y un tipo me asfixia,
y su fisonomía me es familiar, entonces me relajo entregada a no respirar, pero me
despierto y acaricio la almohada, fría. Atrás
de la persiana, cerrada, las masas excitadas se juntan en las plazas, las
calles, los colectivos, los bosques, el río, en un pancho 69, en el shopping; para compartir esa tristeza general en una
sonrisa destinada con pesadez lubricante sobre un solo día, sobre un solo
objeto galáctico, sobre nada. Siempre es hoy.

No hay comentarios:
Publicar un comentario