domingo, 21 de septiembre de 2014

OTOÑO

 No sé, prefiero  las ramas peladas, uniformes, deformes.  En el aire se respira una falsa felicidad, salió el sol.  Grande el sol, reciproco, redondo, redundante, amarillo, naranja, rojo, gris, la luna, negra.  Colores escupidos sobre la piel incentivando el florecer del  mal gusto. Miradas llenas de hormonas rozando el asco. Tallos muertos de rosas agonizantes.  No quiero caer en la mediocridad pero no encuentro motivos para no llorar, ni definición para la palabra mediocre que tanto me perturbo en mi corto devenir. El 21 deja de ser mi número favorito, en este momento, por 24 horas más. Nunca no sé. Estoy encerrada cubierta en frazadas y un viento frió que me invento en la nuca. Me fumo un porro, me tomo un té, y me deshidrato. Caigo  en un sueño profundo que, otra vez, es pesadilla, y salgo del baño y un tipo me asfixia, y su fisonomía me es familiar, entonces  me relajo entregada a no respirar, pero me despierto y acaricio la almohada,  fría. Atrás de la persiana, cerrada, las masas excitadas se juntan en las plazas, las calles, los colectivos, los bosques, el río,   en un pancho 69,  en el shopping;  para compartir esa tristeza general en una sonrisa destinada con pesadez lubricante sobre un solo día, sobre un solo objeto galáctico, sobre nada. Siempre es hoy.



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