El esquizofrénico me calienta. Tiene un tic el ojo, la voz grave, panza y casi
cuarenta. Cuando habla se prende un pucho en la boca y nunca lo fuma. Usa un sweater polar y tiene una patología distinta a la de cualquier
otro ser humano a la redonda de mi entorno. Se excede de la racionalidad, entendió
todo demasiado bien. Me dan ganas que venga caminando con su paso enfermo, que me meta de prepo a
un baño y me estampe la nariz contra el
azulejo. Me levante la pollera y se baje la bragueta violenta, insensible,
animal. Algo te pasa, quiero escucharte, empújame más fuerte, tírame del pelo, deposítame
tu dolor con más fuerza, méteme la verga más adentro, te juro que te entiendo. Pero
el deambula de un lado a otro en una misma
baldosa porque no se anima hablar. Es salvaje y es tímido. Veni abrázame te prendo un pucho, yo me prendo otro y
tampoco lo fumo. Dale veni y se lleva la
mano al mentón como quien está por decir algo, mientras frunce el ojo con su tic hipnotizante. Lo
miro fijo y ya está hablando, mueve la mano y levanta los pies siempre en el
mismo cuadrado de hospital. Menciona excitarse de imaginar a un grupo de violadores
abusando de una retardada silenciosa. Entendió todo demasiado bien. Sin embargo
sigue ahí, en el medio de una fiesta donde nadie baila,
ni consume drogas, ni toneladas de alcohol. Esta rodeado de seres inanimados
que se creen reales extasiados de falsa libertad. Y mira y guiña un ojo porque entendió todo. No es un
tic, el tipo la tiene más clara que cualquier depravo exhibiendo su sexualidad
en puente la noria o escondido en el sótano de su casa. Y repite una mil veces, entre toda su obscenidad, cuanto
ama los respiradores de su hija. Es otro que quiere ser visto y nadie lo mira. Contame,
contame que yo en serio te estoy escuchando, no le hagas casos a las miradas insípidas,
sedientas de café que las mantenga despiertas para mirarse al espejo. Me importas, no sé porque pero me
importas y se queda parado en medio de
una pista desierta de sentido común, o excedida de moral insoportable,
inacabable, impensable. Los ojos le brillan en el titilar de los parpados y
hace una mueca de que entendió todo y se mete la mano en el bolsillo. Lo busco
con los ojos, dale mírame o queres que
yo también guarde las manos en tus bolsillos? que guardas ahí? Contéstame cuando te miro,
mierda. Y no me mira y no sonríe y mantiene las pupilas abiertas por cincuenta y
siete segundos, y se
vuela la cabeza.
Genial. Tenés que leer a Elfriede Jelinek.
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