domingo, 6 de octubre de 2013

Mi tipo, el no nacido

  Las puertas se cerraron con el temblor de mi espalda. Camine por el pasillo y encontré un asiento libre, entre tres personas, por suerte, al lado de la ventana. El me vio  al sentarme, le pise el pie sin querer. Tome mi  libro del día  y comencé a leer. Cada fragmento del discurso amoroso se  perdía en el aire, se expulsaba de mis  ojos. Levante  la vista y automáticamente la mirada de él  se poso  en un indigente, en caballito. Así continuamos por eternos minutos, hasta que finalmente me compenetre  y entre de lleno en el relato


(..)Hay dos afirmaciones del amor. En primer lugar, cuando el enamorado encuentra al otro, hay afirmación inmediata (psicológicamente: deslumbramiento, entusiasmo, exaltación, proyección loca de un futuro pleno; soy devorado por el deseo, por el impulso de ser feliz) digo sí a todo (cegándome). Sigue un largo túnel: mi primer sí está carcomido de dudas, el valor amoroso es incesantemente amenazado de depreciación: es el momento de la pasión triste, la ascensión del resentimiento y de la oblación. De este túnel, sin embargo, puedo salir; puedo “superar”, sin liquidar; lo que afirmé una primera vez puedo afirmarlo de nuevo sin repetirlo, puesto que entonces lo que yo afirmo es la afirmación, no su contingencia: afirmo el primer encuentro en su diferencia, quiero su regreso, no su repetición.(...)


 -Siéntese señora-

  Volví a ver y ahora enfrente tenía a una mujer y a su hijo, supongo. El terminaba de comer un paquete de palitos salados, mientras ella se pintaba los labios que cubría lo deforme de sus dientes y disimulaba lo voluptuoso de sus cejas unidas. Sonreía, abrazaba al nene, lo besaba en los cachetes y volvía a mirarse al espejo con la felicidad de quien busca un cambio, o no  necesita más que eso, el anhelo y  a su hijo. Deje el libro, agarre una carilina, una  lapicera y me puse a escribir sobre aquella situación para después quizás explayarla en algún lado, o simplemente recordarla. Mientras pensaba la palabra clave para enlazar todo aquel momento, sus ojos azules me estaban mirando y medio labio emitió una sonrisa cuando lo descubrí. Le devolví  el gesto y seguí en lo mío, como si me lo hubiese tomado a la ligera. Me acorde de la afirmación inmediata y el deseo del que hablaba Barthes, y también de la película de Richard Linklater, y una especie de nerviosismo me empezó a carcomer la cabeza. Tome el libro y lo leí sin leer,  me toque el pelo unas veinte veces, mire por la ventana, volví a sus ojos azules y su medio labio sonriendo y perdiéndose, avergonzado. Volví  a captar totalmente la atención en el  texto


(...)¿Ocurre pues que mi deseo, por especial que sea, se aferra a un tipo? ¿Mi deseo es por lo tanto inclasificable? ¿Hay, entre todos los seres que amé, un rasgo común, uno solo, por tenue que sea (una nariz, una piel, un aire), que me permita decir: ¡he aquí mi tipo! “Es totalmente mi tipo”, “No es del todo mi tipo”: palabra de conquistador: el enamorado no es en realidad sino un conquistador más difícil, que busca toda la vida “su tipo”? ¿En qué rincón del cuerpo adversario debo leer mi verdad? (...)


  Definitivamente no era mi tipo. Un rubio casi anaranjado, ojos azules, pequeños y achinados, las marcas de expresión casi invisibles, sweater sobre camisa con el cuello desarreglado, un  bolso cruzado y zapatos. Apenas un poco de barba le corría por el mentón  y las patillas, en una perfecta combinación con su color de pelo.  No era mi tipo y no estaba concentrada. Pose la vista en el suelo y comencé ascender por mis pies sobre plataforma rojas de charol, mi pantalón negro, un pedazo de la cartera llena de colores y texturas en una descombinacion perfecta con mi remera gris y mi camisa a cuadros, manchada con café. Definitivamente, yo tampoco  era su tipo. La mujer y su hijo se levantaron, el nene tiro el paquete vacio en el suelo con la autorización de la madre, y todo ese momento que en principio me genero ternura, se convirtió en repudio y eso demostró mi cara, hasta que el volvió a sentarse sonriéndome moviendo la cabeza como si estuviese saludándome. Con un brazo apoyado sobre la ventana, me tire para un costado el pelo, sonriéndole y bajando la cabeza, para disimular y  hacer fluir las hormonas. Una vez leí que el movimiento del pelo produce una especie de tensión sexual donde se eliminan hormonas. No sé si quería generar más ansiedad, deseo, quería jugar o me gustaba en serio, lo hice por un acto de pura inercia, hasta que pensé eso. También pensé que últimamente solo besaba por inercia,  y no deje de mirar por la ventana, mirarlo por la ventana, para escondernos con los ojos cada vez.

  De repente había olvidado esa situación, o me había resignado en la inseguridad interna, o solo en la sensación de que eso no era más que eso que estaba sucediendo. Me levante de prepo y el se paro atrás mío. Las piernas me temblaban hasta que deduci que casi todos bajamos en la misma estación, que no era más que otra casualidad, y solo era eso. Cuando bajamos me agarro el hombro y no paramos de hablar  y coquetear hasta en la segunda coincidencia, caminábamos para el mismo lado para tomar el mismo colectivo y vivir a unas pocas cuadras de distancia. Y así empezaron a sumarse las coincidencias en los horarios de cursada y las diferencias de la personalidad. El esperaba ansioso las vacaciones de invierno para salir con los amigos, mientras yo prefería evadirme en la soledad, el aspiraba a las mejores calificaciones, mientras yo solo esperaba aprender sin anhelar en lo mas mínimo un titulo, el era extremadamente familiero, mientras yo a veces tenia deseos insoportables de querer matar a todos, el miraba Terminator, y yo prefería una de Bertolucci.

  Cuando llegue a mi casa, con los dientes relucientes de felicidad y un gusto a menta y cereza de caramelos halls, recibí un mensaje de él y descubrí mi primer error.Pensé en Before sunset, y supe que nunca tendría que haberle pasado mi número de teléfono. Al otro día las ganas de coordinar para volver con él me quemaban las neuronas, mi profesor se parecía a el pero con un grado más de inteligencia que no podía absorber porque,  justamente, se parecía a él. Sin embargo las ganas no pudieron y deje que el azar  actué, parece que el  también, lo cual me  desilusiono un poco. Cuando entre a la estación, apurada, como siempre, el estaba caminando al lado mío y no lo notamos, comencé a caminar más despacio, me moví por detrás de una columna mientras me acomodaba un poco, y de repente volví a encontrar sus ojos azules.

  Así fue siempre, casual, simple, divertido. Nos reíamos contra el respaldo de los asientos, de nosotros, de la gente. Era como fumarse un porro, pero más natural. Ambos éramos nosotros mismos, hasta con ganas de ir al baño. Todo era perfecto hasta que un día nos besamos, otro días nos abrazamos comiéndonos los labios de reprimir las ganas de júntalos, nos volvimos a besar,  empezamos a coordinar, a organizar futuras salidas. Especulamos, nos llenamos los ojos de expectativas, nos dimos besos antes de bajar del colectivo a modo de saludo,  nos fuimos conociendo y, de repente,  coincidiendo. Éramos, sin exagerar, un fragmento de un alma. Pero por más perfecto que sea, el primer error se había cometido y un día coincidimos en el epicentro de la mediocridad rodeados de fieras hambrientas de  carne, de cualquier corte. El reggaetón invadía la atmosfera, la contaminaba como mejor sabe hacerlo, entre culos flameando. Entre la gente vi su rostro en una bufanda de piel, hasta que una cabeza rubia lo tapo por completo. Volví al primer momento y supe que no éramos mas que es que estaba sucediendo. Agarre todo mi costado pendeja con la mano junto  al brazo de mi mejor amigo, recientemente  homosexual, recientemente separado y en un pasado mi sex toy, y eso fue una vez más, o eso pretendía. Mientras mi cabeza bajaba lo único que hacía era humillarme a mí misma, y sentirme un hombre con pelo largo. Finalmente no finalice lo que empecé. Cuando nos desnudamos tampoco entro lo que esperábamos. Nos abrazamos y pensé que él era mi tipo y que seguramente si algo me colgara entre las piernas, nos casaríamos y nos amaríamos. Después recordé que ya nos amábamos  y el también querría casarse conmigo porque somos exactamente iguales y el matrimonio no es más que una mentira, y nosotros solo encerraríamos ahí la verdad de nuestro amor. Qué más da, ahí estábamos juntando la piel, sufriendo el desamor, sin correspondernos en lo mas mínimo.


  Nuestra ruptura de la nada que enrámanos coincidió con las vacaciones de invierno. Los días pasaron no muy diferentes a los otros, pero no sin esperar que el maldito aparato tecnológico de comunicación, suene. Su sonrisa, su mirada, su boca sobre la mía, su mano pesada y suave agarrándome la cara por el cuello, detrás de la oreja y las mejillas, el pliegue de su sweater celeste marcándole la panza, sus ganas de comer, su forma de reírse, su voz imitándome, su voz suprimiendo sus calificaciones, sus ojos azules casi sin marcas de expresión, su pelo rubio, casi anaranjado, como un fosforito relleno.  Cuando empezó el siguiente cuatrimestre, lo esquive,  no subí al tercer vagón, como hacíamos siempre. Espere a que todos bajaran del tren para verlo descender y caminar detrás del, que  ahora caminaba con un chino. Había evitado el contacto, o eso creía, cuando el colectivo arranco. Pero inesperadamente paro de golpe,  y el subió sonriéndome desde la puerta. Todo parecía volver a empezar. Y lo primero en que pensé fue en Barthes, en afirmar  el primer encuentro en su diferencia, quiero su regreso, no su repetición. Pensé en nuestra relación inexistente  en comparación con toda la teoría del discurso, el no era mi tipo, por eso me gustaba. Buscar  la diferencia el uno en el otro fue lo que mato al no nacido, creernos diferentes en un mundo de normales. Mi tipo, mi no tipo, somos instantes, no éramos más que eso que estaba sucediendo. El deseo nos condujo a un mar de expectativas, hasta que nos conocimos y no éramos más que uno y el otro, iguales a un resto, con pequeñas diferencias que no se correspondía por el simple hecho de querer que signifiquen. Querer funcionar, entrar en juego de azar, romperlo, y que el azar nos vuelva a encontrar para destrozarlo todo y mostrarnos que siempre fuimos las ganas de que pase algo, de escaparle a lo cotidiano. El estructurado y la desarreglada. La muerte del estereotipo que volvió a la vida en su mayor esplendor.  Todo fue nada y esos meses de esa nada fueron todo. No fuimos más que la base de una teoría que reafirmamos  cuando nos despedimos,  con reproches. 

1 comentario:

  1. Si esas teorias tienen algun asidero, puede considerarse que lo que pasó, encuentro, ruptura, reencuentro, ruptura, fue una anomalia espacio y temporal. Como en la que DC Vs Marvel reunió a un Robin (DC) y a Jubilo de X-Men (Marvel).
    Se separaron cuando terminó la fusión de los universos se terminó, con dolor para los dos. Pero no sirve como ejemplo, porque eran compatibles.

    Si no hay compatibilidad pero sucede, que suceda.

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