Las puertas
se cerraron con el temblor de mi espalda. Camine por el pasillo y encontré un
asiento libre, entre tres personas, por suerte, al lado de la ventana. El me
vio al sentarme, le pise el pie sin
querer. Tome mi libro del día y comencé a leer. Cada fragmento del discurso
amoroso se perdía en el aire, se expulsaba
de mis ojos. Levante la vista y automáticamente la mirada de él se poso en un indigente, en caballito. Así continuamos
por eternos minutos, hasta que finalmente me compenetre y entre de lleno en el relato
(..)Hay dos afirmaciones del amor. En primer lugar, cuando el enamorado
encuentra al otro, hay afirmación inmediata (psicológicamente: deslumbramiento,
entusiasmo, exaltación, proyección loca de un futuro pleno; soy devorado por el
deseo, por el impulso de ser feliz) digo sí a todo (cegándome). Sigue un largo
túnel: mi primer sí está carcomido de dudas, el valor amoroso es incesantemente
amenazado de depreciación: es el momento de la pasión triste, la ascensión del
resentimiento y de la oblación. De este túnel, sin embargo, puedo salir; puedo
“superar”, sin liquidar; lo que afirmé una primera vez puedo afirmarlo de nuevo
sin repetirlo, puesto que entonces lo que yo afirmo es la afirmación, no su
contingencia: afirmo el primer encuentro en su diferencia, quiero su regreso,
no su repetición.(...)
-Siéntese señora-
Volví a ver
y ahora enfrente tenía a una mujer y a su hijo, supongo. El terminaba de comer
un paquete de palitos salados, mientras ella se pintaba los labios que cubría
lo deforme de sus dientes y disimulaba lo voluptuoso de sus cejas unidas. Sonreía,
abrazaba al nene, lo besaba en los cachetes y volvía a mirarse al espejo con la
felicidad de quien busca un cambio, o no
necesita más que eso, el anhelo y
a su hijo. Deje el libro, agarre una carilina, una lapicera y me puse a escribir sobre aquella situación
para después quizás explayarla en algún lado, o simplemente recordarla.
Mientras pensaba la palabra clave para enlazar todo aquel momento, sus ojos
azules me estaban mirando y medio labio emitió una sonrisa cuando lo descubrí. Le
devolví el gesto y seguí en lo mío, como
si me lo hubiese tomado a la ligera. Me acorde de la afirmación inmediata y el
deseo del que hablaba Barthes, y también de la película de Richard Linklater,
y una especie de nerviosismo me empezó a carcomer la cabeza. Tome el libro y lo
leí sin leer, me toque el pelo unas
veinte veces, mire por la ventana, volví a sus ojos azules y su medio labio
sonriendo y perdiéndose, avergonzado. Volví
a captar totalmente la atención en el texto
(...)¿Ocurre pues que mi deseo, por especial que sea, se aferra a un tipo?
¿Mi deseo es por lo tanto inclasificable? ¿Hay, entre todos los seres que amé,
un rasgo común, uno solo, por tenue que sea (una nariz, una piel, un aire), que
me permita decir: ¡he aquí mi tipo! “Es totalmente mi tipo”, “No es del todo mi
tipo”: palabra de conquistador: el enamorado no es en realidad sino un
conquistador más difícil, que busca toda la vida “su tipo”? ¿En qué rincón del
cuerpo adversario debo leer mi verdad? (...)
Definitivamente
no era mi tipo. Un rubio casi anaranjado, ojos azules, pequeños y achinados,
las marcas de expresión casi invisibles, sweater sobre camisa con el cuello desarreglado,
un bolso cruzado y zapatos. Apenas un
poco de barba le corría por el mentón y
las patillas, en una perfecta combinación con su color de pelo. No era mi tipo y no estaba concentrada. Pose
la vista en el suelo y comencé ascender por mis pies sobre plataforma rojas de
charol, mi pantalón negro, un pedazo de la cartera llena de colores y texturas
en una descombinacion perfecta con mi remera gris y mi camisa a cuadros,
manchada con café. Definitivamente, yo tampoco era su tipo. La mujer y su hijo se levantaron,
el nene tiro el paquete vacio en el suelo con la autorización de la madre, y
todo ese momento que en principio me genero ternura, se convirtió en repudio y
eso demostró mi cara, hasta que el volvió a sentarse sonriéndome moviendo la
cabeza como si estuviese saludándome. Con un brazo apoyado sobre la ventana, me
tire para un costado el pelo, sonriéndole y bajando la cabeza, para disimular
y hacer fluir las hormonas. Una vez leí
que el movimiento del pelo produce una especie de tensión sexual donde se
eliminan hormonas. No sé si quería generar más ansiedad, deseo, quería jugar o
me gustaba en serio, lo hice por un acto de pura inercia, hasta que pensé eso. También
pensé que últimamente solo besaba por inercia, y no deje de mirar por la ventana, mirarlo por
la ventana, para escondernos con los ojos cada vez.
De repente había olvidado esa situación, o me había
resignado en la inseguridad interna, o solo en la sensación de que eso no era más
que eso que estaba sucediendo. Me levante de prepo y el se paro atrás mío. Las
piernas me temblaban hasta que deduci que casi todos bajamos en la misma estación,
que no era más que otra casualidad, y solo era eso. Cuando bajamos me agarro el
hombro y no paramos de hablar y
coquetear hasta en la segunda coincidencia, caminábamos para el mismo lado para
tomar el mismo colectivo y vivir a unas pocas cuadras de distancia. Y así
empezaron a sumarse las coincidencias en los horarios de cursada y las
diferencias de la personalidad. El esperaba ansioso las vacaciones de invierno
para salir con los amigos, mientras yo prefería evadirme en la soledad, el
aspiraba a las mejores calificaciones, mientras yo solo esperaba aprender sin
anhelar en lo mas mínimo un titulo, el era extremadamente familiero, mientras
yo a veces tenia deseos insoportables de querer matar a todos, el miraba
Terminator, y yo prefería una de Bertolucci.
Cuando
llegue a mi casa, con los dientes relucientes de felicidad y un gusto a menta y
cereza de caramelos halls, recibí un mensaje de él y descubrí mi primer error.Pensé
en Before sunset, y supe que nunca tendría
que haberle pasado mi número de teléfono. Al otro día las ganas de coordinar
para volver con él me quemaban las neuronas, mi profesor se parecía a el pero
con un grado más de inteligencia que no podía absorber porque, justamente, se parecía a él. Sin embargo las
ganas no pudieron y deje que el azar actué,
parece que el también, lo cual me desilusiono un poco. Cuando entre a la estación,
apurada, como siempre, el estaba caminando al lado mío y no lo notamos, comencé
a caminar más despacio, me moví por detrás de una columna mientras me acomodaba
un poco, y de repente volví a encontrar sus ojos azules.
Así fue siempre, casual, simple, divertido. Nos reíamos contra el respaldo de los asientos, de nosotros, de la gente. Era como fumarse un porro, pero más natural. Ambos éramos nosotros mismos, hasta con ganas de ir al baño. Todo era perfecto hasta que un día nos besamos, otro días nos abrazamos comiéndonos los labios de reprimir las ganas de júntalos, nos volvimos a besar, empezamos a coordinar, a organizar futuras salidas. Especulamos, nos llenamos los ojos de expectativas, nos dimos besos antes de bajar del colectivo a modo de saludo, nos fuimos conociendo y, de repente, coincidiendo. Éramos, sin exagerar, un fragmento de un alma. Pero por más perfecto que sea, el primer error se había cometido y un día coincidimos en el epicentro de la mediocridad rodeados de fieras hambrientas de carne, de cualquier corte. El reggaetón invadía la atmosfera, la contaminaba como mejor sabe hacerlo, entre culos flameando. Entre la gente vi su rostro en una bufanda de piel, hasta que una cabeza rubia lo tapo por completo. Volví al primer momento y supe que no éramos mas que es que estaba sucediendo. Agarre todo mi costado pendeja con la mano junto al brazo de mi mejor amigo, recientemente homosexual, recientemente separado y en un pasado mi sex toy, y eso fue una vez más, o eso pretendía. Mientras mi cabeza bajaba lo único que hacía era humillarme a mí misma, y sentirme un hombre con pelo largo. Finalmente no finalice lo que empecé. Cuando nos desnudamos tampoco entro lo que esperábamos. Nos abrazamos y pensé que él era mi tipo y que seguramente si algo me colgara entre las piernas, nos casaríamos y nos amaríamos. Después recordé que ya nos amábamos y el también querría casarse conmigo porque somos exactamente iguales y el matrimonio no es más que una mentira, y nosotros solo encerraríamos ahí la verdad de nuestro amor. Qué más da, ahí estábamos juntando la piel, sufriendo el desamor, sin correspondernos en lo mas mínimo.
Nuestra
ruptura de la nada que enrámanos coincidió con las vacaciones de invierno. Los días
pasaron no muy diferentes a los otros, pero no sin esperar que el maldito
aparato tecnológico de comunicación, suene. Su sonrisa, su mirada, su boca
sobre la mía, su mano pesada y suave agarrándome la cara por el cuello, detrás de
la oreja y las mejillas, el pliegue de su sweater celeste marcándole la panza,
sus ganas de comer, su forma de reírse, su voz imitándome, su voz suprimiendo
sus calificaciones, sus ojos azules casi sin marcas de expresión, su pelo rubio,
casi anaranjado, como un fosforito relleno. Cuando empezó el siguiente cuatrimestre, lo
esquive, no subí al tercer vagón, como hacíamos
siempre. Espere a que todos bajaran del tren para verlo descender y caminar detrás
del, que ahora caminaba con un chino. Había
evitado el contacto, o eso creía, cuando el colectivo arranco. Pero inesperadamente
paro de golpe, y el subió sonriéndome desde
la puerta. Todo parecía volver a empezar. Y lo primero en que pensé fue en
Barthes, en afirmar el primer encuentro
en su diferencia,
quiero su regreso, no su repetición. Pensé en
nuestra relación inexistente en comparación
con toda la teoría del discurso, el no era mi tipo, por eso me gustaba. Buscar la diferencia el uno en el otro fue lo que
mato al no nacido, creernos diferentes en un mundo de normales. Mi tipo, mi no
tipo, somos instantes, no éramos más que eso que estaba sucediendo. El deseo
nos condujo a un mar de expectativas, hasta que nos conocimos y no éramos más
que uno y el otro, iguales a un resto, con pequeñas diferencias que no se correspondía
por el simple hecho de querer que signifiquen. Querer funcionar, entrar en
juego de azar, romperlo, y que el azar nos vuelva a encontrar para destrozarlo
todo y mostrarnos que siempre fuimos las ganas de que pase algo, de escaparle a
lo cotidiano. El estructurado y la desarreglada. La muerte del estereotipo que volvió
a la vida en su mayor esplendor. Todo
fue nada y esos meses de esa nada fueron todo. No fuimos más que la base de una
teoría que reafirmamos cuando nos
despedimos, con reproches.
Si esas teorias tienen algun asidero, puede considerarse que lo que pasó, encuentro, ruptura, reencuentro, ruptura, fue una anomalia espacio y temporal. Como en la que DC Vs Marvel reunió a un Robin (DC) y a Jubilo de X-Men (Marvel).
ResponderEliminarSe separaron cuando terminó la fusión de los universos se terminó, con dolor para los dos. Pero no sirve como ejemplo, porque eran compatibles.
Si no hay compatibilidad pero sucede, que suceda.