lunes, 30 de septiembre de 2013

A.I.R.E




  Camino desnuda hasta cerca de un escritorio donde se abotono, desprolija, una camisa blanca y continúo en puntillas hasta la cocina. El piso estaba frió, y sus uñas pintadas de un rosa natural apoyadas delicada y relajadamente sobre la cerámica blanca luminosa, acentuaban la sensación de seguridad. Abrió la heladera, tomo agua apoyando sus labios secos sobre una botella de plástico, se rasco la cabeza, camino hasta el baño, se enjuago la cara y apoyando las manos en el lavatorio, se vio en el espejo y no se reconoció, se sintió extraña en sí misma, inhalo el aire y de la nada, estaba bien. 

  Recordó su cuerpo, dejado, desfilando y posando en el reflejo del vidrio de su habitación. Recordó mirarse y no gustarse y finalmente se recordó conformada, hundida en un mar de abstinencia y lujuria acumulada que quería explayarse sobre algún cuerpo firme, intenso, sobre carne en un suspiro y un cerrar de ojos, quizás ligero. 

  No le importaba mucho lo que yacía debajo de las sabanas que abandono para encontrarse, apenas hacia unos minutos. Si era una mujer, un hombre, un travestí, una mano o la verga de un afro. No le importo ser vulgar, ni limitarse en pensar en qué pensaría el extraño cuerpo humano que dormía bajo las telas blancas, modernas y estructuradas; de ella revisando sus notas, sus libros, cada cajón; no le importaba que pensaría de las manchas en el colchón, de su olor a piel. No era un ser amado lo que había acariciado sus piernas, sus hombros y su cabello, en la madrugada. Era solo la necesidad revuelta en su estomago como quien se come un jarrón de gusanos o un plato de fideos en plena resaca, y quiere sacarlo todo. En un estante vacio, vio una foto y ahí reconoció la cara posada en la almohada. Su memoria emotiva, de hacia no más de seis horas, no tardo en traer consigo la imagen de un lunar y dejo de pensar en él como un extraño. Conocía lo que debía , y un poco mas después de leer sus escritos curiosamente desprolijos pegados en cada rincón del departamento. Olio su camisa, se escucho un piano proveniente del cuarto del vecino, sonrió y sin querer, estaba bien, otra vez. 

 Corrió las cortinas, predeciblemente blancas, abrió la ventana y salió al balcón. El sonido del piano era más intenso sin embargo se perdía con el disturbio de las ruedas sobre la avenida. El humo de los motores contaminaba el aire pero no tanto como para alcanzar la altura de sus narices. Cerró los ojos, una brisa violo su intimidad por debajo de la camisa y no lo dudo ni un segundo. Inhalo la permanencia del bienestar en la eternidad, por lo menos en la memoria de su alma. Avanzo y el aire golpeo su cuerpo con fuerza. Avanzo y anulo la gravedad en el elevamiento de su pelo castaño. Avanzo, inhalo, estaba bien.



4 comentarios:

  1. Aunque no era un ser amado quien la había acariciado, eso seguramente la hizo sentir mejor. No hay que desdeñar la importancia del deseo puramente fisico.

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  2. Encuentro en esta prosa un gran relato, aunque va por otros universos del alma distintos a mis motivaciones. Me gusta ver que cada uno pueda expresar las cosas tal cual las siente y vos lo haces a la perfección.
    Un saludo cordial.

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