domingo, 8 de septiembre de 2013

Sus ojos virgenes, su piel no tanto.

La virginidad de sus ojos , voltear la mirada para volver a ellos, como si fuese siempre la primera vez. Su piel arrugada, gastada, consumida, la contradicción perfecta para sus pupilas constantes. Cada gesto combina con su foco ocular, las patas de gallo de los costados, el movimiento de los labios, que muerde y frunce. Sus ojos se achinan cada vez más cuando se ríe. Observan, piensan, penetran hasta el último detalle del epicentro humano, la arquitectura, el arte, una planta, un bostezo y cada palabra que sale de mi boca como una marca en su memoria. Su mirada es joven, marca continuidad, es el tiempo, el silencio, el ritmo como una melodía melosa, pegadiza, produce adicción, rechazo, abstinencia, reacción de voltear para volver a ellos, como si fuese siempre la primera vez. Miradas deseantes de un mundo trágico y doloroso, miradas que padecen el caos con las ganas, que te deseo. Raro.



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