-El vientre vacío, la gula
insatisfecha detonando en el agotamiento incontrolable del cuerpo, el poder de
la fruta dispuesta sobre la mesa como en un cuadro, el renacimiento de los
pezones por debajo del camisón esclavo desnudándose en sepia ante la mirada deseosa
detrás de las paredes. La ciruela roja chorrea por la comisura de los labios vírgenes,
se sienta dispuesta a entregar en ofrenda su piel con rosácea ante la vigilia
de Dios. El cuarto contiguo trae la melodía sorda del sacrificio, una sinfonía oscura
que simula luz por la presión prolongada de la mano invisible sobre sus
piernas. Perdida en el acto turbulento del imaginario, sus pupilas avergonzadas
recuperan la fiebre de la conciliación. El calor en la carne la estremece. El vientre vacío, engendra el caroso de la resurrección.
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