Duermo. El insomnio me abandono para volverme una
persona somnolienta. Me siento frente a la mesa llena de carne, roja, llena
de personas de otros tiempos. Los veo elevando las pupilas, ellos me pisan con las
pestañas. Envenenan el vaso donde bebo, lo tomo de un saque. A lo
lejos, una figura me molesta, estorba mis pensamientos vacíos, trae a mis sueño
recuerdos recientes y el espíritu heroico al que suelo someterme obligada por mí
misma sin quererlo. Bajo de mi silla de plástico
y corro. Corro por el patio y de repente las distancias son enormes y mis pasos
demasiado cortos. Me doy cuenta que no soy yo, que no soy yo en estos momentos.
Es mi cuerpo inocente quien recorre el espacio, es la infancia abandonada, interrumpida en mi lengua, quien se presenta, otra vez. A unos veinte metros yace una pared y una puerta, ambas eternas,
extendidas al infinito. Quedo inmóvil observado,
añoro el futuro. De la pared aparecen cuerpos, personas, hombres. Vienen hacia
a mí, corriendo, también quiero hacerlo pero una fuerza que no comprendo
obstaculiza mi paso. Me da miedo, me estremece el choque, uno de ellos está muy
cerca, cierro los ojos, giro, sigo
estando de frente y como si fuera un objeto ilusorio, me atraviesa. No siento
el aire, solo el susto antes del no impacto. Me acuerdo de la figura espondaica del
principio, retrocedo, encuentro otra puerta entre abierta, me asomo, un telón
se abre automáticamente en mis narices. Alguien actúa, me llama por mi nombre,
me mira e invita a sentarme con los ojos. Dice que va revelar un suceso para
salvarme. Es la voz de mi madre la que ahora me enuncia. Despierto. Intento
dormir nuevamente, quiero salvarme. -Perdón, perdón, perdón- sus manos torpes sin
pronunciar también están invitándome. Dejo
otra vez este recuerdo suspendido entre las imágenes. Poso las manos en el
pecho y siento la hinchazón de mis tetas, entonces sé que volví al presente. La acción es
un laberinto de rostros que me sofocan. Busco en la asfixia la armonía de un
rostro conocido y la encuentro. Le tomo con el tacto los cachetes, la nariz,
las orejas, los parpados que se cierran con la presión de mis dedos. Me sigue,
acompaña mi deseo no revelado, como si solo con mirar, tocar, haya yo
explicado las inquietudes que me perturban: la salvación. La salvación, la reivindicación,
la abstracción de un suceso que como otros divaga en mi inconsciente, yace en mí,
es quien soy. La confusión de la escena en el teatro despertó mi sed
nuevamente. La ausencia repentina, real, parecía haber bloqueado en mi todo
proceso analítico, dejo un hueco abismal lleno de nada, de una nada absoluta. Cuando
escuche mi nombre en los labios masculinos de una sombra con pupilas que
impactaron en mi garganta aun no
desarrollada, vi un rayo de oscuridad en toda esa luz tenue, artificial. Deseo
de contenido, de pesadilla, de sexo, de muerte.
Estoy olvidando.A medida que transcribo las imágenes se esfuman. Quiero apurarme: Despierto.
Sigo sin revelarme, ni
en el pasado, ni en el presente, ni en el futuro que tampoco existe. Ni acá, ni allá. Me visto,
salgo de mi cuarto de papeles, de polvo, de libros, de agua que derrame antes
de dormirme y humedeció el corazón de las tinieblas. En la habitación continua,
bajo las frazadas distingo un cuerpo que
no debería. Siento taquicardia, frió en el cuerpo, que se eriza. Bajo las
escaleras, rápido. Encuentro a mi hermana, me mira indiferente, quiero contarle pero el viento de la ventana
roza bruscamente mi nuca. Me distraigo, me siento bizca. El ojo derecho esta
aun medio cerrado, me enjuago. Con la
cara empapada y ciega busco el espejo, despego mis parpados. El reflejo me
devuelve un rostro ajeno de ojos pequeños e hinchados, de pupilas expandidas, sin nariz, sin boca, sin
pestañas, solo esos ojos lastimosos acusándome y el pelo largo y oscuro debajo
de sus hombros. Nunca me desperté. Estoy
perdida entre el sueño y la vigilia. Asustada, confundida, desorientada dentro
de mi cabeza, revotando en ella, en las paredes cefálicas, cilíndricas,
buscando el centro para hacernos estallar, o la salida para despertar. Otra vez, mi madre. Nunca sentí más alivio al
ver su rostro resentido, por favor, por favor despertarme, estoy dormida, me
quiero despertar, grítame, SOL, necesito
salir, recuperar mi sombra. La abrazo, lloro, lloro mucho, desde el estómago me
brotan las lágrimas como lluvia, en el suelo se dibujan burbujas. No va cesar.
Entiendo lo del insomnio, la somnolencia, conozco los sueños con obstaculos y el estar entre el sueño y la vigilia. Y despertar con la visión persistente de un telón rojo y amarillo.
ResponderEliminarSaludos.