domingo, 18 de octubre de 2015

Salvarme.

Duermo.  El insomnio me abandono para volverme una persona somnolienta.  Me siento  frente a la mesa llena de carne, roja, llena de personas de otros tiempos. Los veo elevando las  pupilas, ellos me pisan con las pestañas.  Envenenan el  vaso donde bebo, lo tomo de un saque. A lo lejos, una figura me molesta, estorba mis pensamientos vacíos, trae a mis sueño recuerdos recientes y el espíritu heroico al que suelo someterme obligada por mí misma sin quererlo.  Bajo de mi silla de plástico y corro. Corro por el patio y de repente las distancias son enormes y mis pasos demasiado cortos. Me doy cuenta que no soy yo, que no soy yo en estos momentos. Es mi cuerpo inocente quien recorre el espacio,  es  la  infancia abandonada, interrumpida en  mi  lengua, quien se presenta, otra vez. A  unos veinte metros yace  una pared y una puerta, ambas eternas, extendidas al infinito.  Quedo inmóvil observado, añoro el futuro. De la pared aparecen cuerpos, personas, hombres. Vienen hacia a mí, corriendo, también quiero hacerlo pero una fuerza que no comprendo obstaculiza mi paso. Me da miedo, me estremece el choque, uno de ellos está muy cerca, cierro los ojos,  giro, sigo estando de frente y como si fuera un objeto ilusorio, me atraviesa. No siento el aire, solo el susto antes del no impacto.  Me acuerdo de la figura espondaica del principio, retrocedo, encuentro otra puerta entre abierta, me asomo, un telón se abre automáticamente en mis narices. Alguien actúa, me llama por mi nombre, me mira e invita a sentarme con los ojos. Dice que va revelar un suceso para salvarme. Es la voz de mi madre la que ahora me enuncia. Despierto. Intento dormir nuevamente, quiero salvarme. -Perdón, perdón, perdón- sus manos torpes sin pronunciar también están  invitándome. Dejo otra vez este recuerdo suspendido entre las imágenes. Poso las manos en el pecho y siento la hinchazón de mis tetas,  entonces sé que volví al presente. La acción es un laberinto de rostros que me sofocan. Busco en la asfixia la armonía de un rostro conocido y la encuentro. Le tomo con el tacto los cachetes, la nariz, las orejas, los parpados que se cierran con la presión de mis dedos. Me sigue, acompaña mi deseo no revelado, como si solo con mirar, tocar, haya yo explicado las inquietudes que me perturban: la salvación. La salvación, la reivindicación, la abstracción de un suceso que como otros divaga en mi inconsciente, yace en mí, es quien soy. La confusión de la escena en el teatro despertó mi sed nuevamente. La ausencia repentina, real, parecía haber bloqueado en mi todo proceso analítico, dejo un hueco abismal lleno de nada, de una nada absoluta. Cuando escuche mi nombre en los labios masculinos de una sombra con pupilas que impactaron en mi garganta  aun no desarrollada, vi un rayo de oscuridad en toda esa luz tenue, artificial. Deseo de contenido, de pesadilla, de sexo, de muerte.
 Estoy olvidando.A medida que transcribo las imágenes se esfuman. Quiero apurarme: Despierto.
Sigo sin revelarme, ni en el pasado, ni en el presente, ni en el futuro que tampoco existe. Ni acá, ni allá.  Me visto, salgo de mi cuarto de papeles, de polvo, de libros, de agua que derrame antes de dormirme y humedeció el corazón de las tinieblas. En la habitación continua,  bajo las frazadas distingo un cuerpo que no debería. Siento taquicardia, frió en el cuerpo, que se eriza. Bajo las escaleras, rápido. Encuentro a mi hermana, me mira indiferente,  quiero contarle pero el viento de la ventana roza bruscamente mi nuca. Me distraigo, me siento bizca. El ojo derecho esta aun medio cerrado,  me enjuago. Con la cara empapada y ciega busco el espejo, despego mis parpados. El reflejo me devuelve un rostro ajeno de ojos pequeños e hinchados, de  pupilas expandidas, sin nariz, sin boca, sin pestañas, solo esos ojos lastimosos acusándome y el pelo largo y oscuro debajo de sus hombros. Nunca me desperté.  Estoy perdida entre el sueño y la vigilia. Asustada, confundida, desorientada dentro de mi cabeza, revotando en ella, en las paredes cefálicas, cilíndricas, buscando el centro para hacernos estallar, o la salida para despertar.  Otra vez, mi madre. Nunca sentí más alivio al ver su rostro resentido, por favor, por favor despertarme, estoy dormida, me quiero despertar, grítame,  SOL, necesito salir, recuperar mi sombra. La abrazo, lloro, lloro mucho, desde el estómago me brotan las lágrimas como lluvia, en el suelo se dibujan burbujas. No va cesar. 

1 comentario:

  1. Entiendo lo del insomnio, la somnolencia, conozco los sueños con obstaculos y el estar entre el sueño y la vigilia. Y despertar con la visión persistente de un telón rojo y amarillo.
    Saludos.

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