Estoy entregada hasta el más
fugaz sentimiento, soy un impulso de emociones, estoy expuesta al tacto del
aire, me desnudo al golpe del viento, polarizo mi embriagades por donde paso. Y un rostro lleno de lágrimas obstaculiza el alienamiento,
invade mi padecer con sus dolencias, imperativa ensordece mi pensar con sus
palabras, intensifica sofistamente su sentir opacando la unipersonalidad
que me interesa: yo. El decir que son, o lo que quisieran ser, parece
revindicarlos de su hipocresía. Se equivocan al creer que no son obvios, me
llaman prejuiciosa subestimando la capacidad de darme cuenta, de responder, de
reaccionar, de crear. Y temo. Temo volverme una persona patética por fingir
bienestar, dejarlos hablar, contestar. Por entregarme también a este sistema
comunicativo mediocre. La oralidad no es
mi compañera, sino más bien mi enemiga, me traiciona, no puedo ser consecuente
de lo que divulgan mis labios cuando me encuentro actuando con el esfuerzo de
una imbécil. Me condenan a querer trasmitir la “energía” que me es impropia,
ajena, me condenan a que el patetismo se vuelva real, al exterior. En verdad,
soy yo la que ve en el resto la decadencia, quiero escapar de las habladurías por
hacer de cuenta que pertenezco. No, no necesito interactuar para darme cuenta
que me distingo del resto. No pertenezco
a ningún tiempo, ningún espacio. Porque me obligan a rodearme de personas? Porque me obligo? Porque debería identificarme con un grupo, y además
diversificar con un trabajo y el estudio y la familia? Esto no es un reclamo trotsko al sistema, es
un reclamo a la humanidad que no me pertenece. Soy un mamífero, sí, tengo pulmones,
vertebras, respiro, camino, pero me
canse de estar siempre acompañada de las sombras de los otros, de la interacción
fática por excelencia. La angustia contenida me aplasta el tórax, Necesito gritar. Nada hacen sus oídos para hacer transcender mi garganta. Grito, y el eco retumba en las paredes, los
objetos intactos apenas vibran. Grito y no paro de gritar mientras las venas
parecen explotarme en los dedos, grito, las rodillas se tensionan, grito desde
la boca del estómago, y me eriza la espalda, grito, grito y grito y no es
necesario que haya sonido.
Entiendo eso de no pertenecer a ningún tiempo, a ningun espacio, no identificarme con un grupo.
ResponderEliminarCon excepción de lo virtual.
Lo que escribís es una forma de grito.
Saludos.