Cruzas la vereda, soberbio,
entre una coreografía casi armónica,
de apuro, que se repite.
La repetición enmarca en el cotidiano,
La mirada celestial de los rostros vírgenes que
esperan la irrupción de la estática con tu presencia
La voz grave de tu aliento susurrando en sus
oídos
La oculta
inseguridad de tu ego cogito reprimido
Tu yo penetrando el supuesto ingenuo de la
apertura sexual.
La indecisión, el amague, la contradicción,
lo verdadero que no se revela hasta el excedente,
Es todo lo que observo,
El error como el conocer de lo indudable,
La indudable como tu ausencia insoportable
En la acción colectiva construida, por un todo poderoso mortal e inasible,
En la cohesión inconsciente, te sumerjo
Cruzas la verdad, soberbio,
Las vírgenes miserables pierden la concordancia de sus ideas
preestablecidas,
abiertas de piernas esperan la inducción de tus palabras impuras
abiertas de piernas esperan la inducción de tus palabras impuras
El tráfico atara tu caminar onírico,
Tu voz se ensordece entre un montón de voces con la misma gravedad susurrante
de significaciones nulas.
(Y)
No alcanzas, te ataras, te sumerjo.
No alcanzas, te ataras, te sumerjo.
Mortal e inasible.
Una magistral muestra de surrealismo. Digno de un libro de poesía.
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