domingo, 16 de noviembre de 2014

VOLCANES

  No puedo evitar el fuego. Todo se quema, me consumo, soy más cenizas bajo  la llama. Naranja, rojo, amarillo, sangre, carne sin piel, tripas  de gusanos, escarabajos. No parpadeo, me arden los ojos. No parpadeo nunca. No puedo evitarlo, no puedo evitar el fuego que me destruye y se reaviva  incesante  en el tiempo.  Hay cada vez mas papel para tirar, cada vez mas ramas, mas dedos, mas huesos, mas cuadernos viejos, mas notas, mas animales muertos, más moscas, mas yerba, mas gomas pinchadas, mas plástico (cruel), mas carpetas, nunca libros, nunca agua. Nunca  agua, el agua es el suicida bobo, intoxicado con melatol  y sentado, sentado en paralelo a la ventana, con una botella de whisky derrapada por el suelo, la vista perdida en el cielo, en las rejas, en el edificio de enfrente, en la vecina que no  una usa cortinas encremandose las piernas con amoniaco, en las rejas, adentro, y el teléfono, que suena.  El agua tiene el poder de apagar el fuego, de anularlo todo sin destreza, de arruinar. Me hundo bajo el sol.

  Estoy sentada en un bar deviniendo el fuego. Lo naranja, lo rojo, lo amarillo, lo violeta con la noche, el absurdo patio vacio a mis espaldas, la multitud pegada  y sobre la barra, las idiotas tomando agua, la cerveza fría hirviéndose con el vaso de vidrio en el que se posa el big bang sobre la vela. Tu cara detrás de mi reflejo, tu forma, tu cuerpo deforme que baila, se achica, se agranda, se esfuma, amaga, me calienta. Como cuando todavía eras un espectro, un espectro en mi cabeza quemada, mi cabeza, el incendio, la leña del insoportable pensador, las ideas, los fundamentos, la basura, mas basura, la cocaína, mas cocaína, menos neuronas débiles, mas histeria, mas prólogos, los diálogos inconexos, mas oraciones, menos puntos, menos finales, mas despedidas, mas llanto, mas porro, las risas, mas alcohol, mas inmundicia, mas vomito sanador, mi mierda expulsada sobre  el escote gordo de una puta sumisa. Mis ojos quietos, nunca parpadeo  y mas tu rostro. Mas tu rostro iluminando en la oscuridad que es la verdadera luz del día.  Soledad.


  Soledaaaaaaaaaad, no puedo evitar el fuego! Me quemo las cejas, se me cayeron las pestañas. Cada vez esta más adentro, más cerca, más acá, nunca tan lejos. Mi pálido semblante expectante, deseoso, ansioso por ver la llama crecer, destruir el mecanismo propio de su existencia, tal como su creación, no cesa. Soy un simio, un indio que contempla el tiempo prenderse, apagarse, y volverse a prender  anulando sin moral ni justicia  cualquier cosa que lo toque ,dejando en aquel rostro la marca del horror, el origen del caos, la humillación, el nacimiento. Me sofoco, me quemo, el calor me sube por las rodillas, presiona mi pecho, puedo olerlo, lo escucho en el aire viciado de ondas, como gas y explosión.  Mi vela está muerta alrededor del fogón y de las mesas, la multitud sigue apilada, pegajosa sobre la barra, las idiotas no terminaron sus botellas de agua envasada. ¡El fuego! ¡el fuego no se puede envasar! aniquila, es anárquico. Soledad, TENGO LA RESPUESTA: con o sin combustibles, con o sin personas, con o sin piedras, con o sin cubos de hielo, no se puede ¡no se puede evitar el fuego!. 

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