Humanos, MIREN

Nada más chato, aburrido e imperfecto que la belleza. El ser humano no acaba hasta encontrar la belleza, el bien, la felicidad!!. Una mujer bella a quien amar, un hombre maduro y deseoso a quien titular como “el padre de mis hijos”, un auto de alta gama, la pared pintada de blanco y el cuadro de Arte pop más codiciado a modo decorativo, en el centro. Toda la estructura completamente perfecta, prolija, alimenta mi sed de destrucción. Quiero darle a esa mujer pequeñas tetas caídas, un culo con celulitis y un tic insoportable con la mandíbula;  darle al hombre maduro y zurdo un trastorno maniático depresivo y arrancarle dos dedos del pie, y cuatro de la mano derecha solo por transformaciones desconocidas de la genética. Que al auto de alta gama se le sobrecaliente el motor y una de las puertas sea de repuesto porque a la original se la llevo puesta un camión. La pared, esa pared absolutamente blanca ( con el cuadro), descascararla, llenarla de gotas, de arrastre de humedad. 

   Humanos ¿No tienen noción de lo constante que resulta lo bello? Es muy subjetivo, pero lo bello como lo establecido es sumamente denso, cansador para la vista, no produce ningún tipo de imaginación más de lo que se ve, no rompe límites porque está totalmente limitado. Eso, es eso que vez ahí. En cambio, la diferencia, lo deforme, lo horrible, lo prohibido tiene mil formas y si lo giras encontras millones de puntos de vista y una nariz puede ser un dos, puede ser una piña, puede ser un velero naufrago. Pero lo feo da risa, ganas de vomitar, lastima o se convierte en ese enemigo que nunca queremos ser. Deséenlo. 

   Humanos ¿no les enseño nada Cuasimodo? La nariz aplastada, los dientes por fuera de su boca y en carencia, las cejas enormes acompañadas de sus ojos pequeños enternecidos de dolor, de amor universal. Nada más humilde y variante que Cuasimodo. Su joroba que trastorna su andar, es casi un simio. Lo primitivo del ser humano en su alma sensitiva, la racionalidad liberada de prejuicios al exterior, interiorizando los desprecios de una sociedad aburguesada, mal acostumbrada. La sociedad deseosa de vestidos elegantes, trajes y grandes títulos. Y Cuasimodo,  escabullido en la oscuridad entre cada campanada solo es belleza, pero la belleza de lo deforme, del reojo, del recelo del allá afuera. Cuasimodo tiene mil formas, y ninguna por si sola puede volver a ser el. Hoy todos actúan en busca de una igualdad equivoca que esconde a simple vista la exclusión. Los grupos afines son siempre iguales y uno si no los conoce demasiado se confunde los nombres, las caras y especulativamente se sabe que está pensando el otro. Se ríen de lo diferente por envidia y amor a lo perfecto que los condena en la llanura. Yo adoro lo deforme, no quiero un auto de alta gama, quiero viajar en un tren con las ventanas rasgadas; no quiero el encierro de la blancura, quiero una pared con un agujero en una esquina para espiar los hábitos ocultos del vecino. No quiero un hombre desosó por todas las mujeres y los hombres del conurbano, quiero un hombre con la panza gorda y grandes trastornos mentales, que son marcas de vida, quiero que lea y que sea todo lo contrario, pero por favor destino, quiero un humano que sepa mirar.