domingo, 10 de noviembre de 2013

Submundo.



  Elegí desaparecer en la casa de Gustavo. El se había ido de viaje y curiosamente me había dejado la llave de su departamento. Siempre tuvo un sexto sentido, o un séptimo, al menos que evoque todo lo especial en un sexto; respecto a mis estados de ánimo. Gire la llave en la cerradura y se abrió la puerta, sin rechinar, lo cual fue aliviante. La cerré con cautela como si me escondiese de algo y de lejos pude ver el rayo de sol de la ventana contra el hueco de la entrada de la habitación. Corrí mientras me descalzada y liberaba mi cabello de pequeñas patas de plástico de un local de accesorios de moda. Me tire como una niña en la cama de sus padres, desprejuiciada del uso carnal que podía dársele al objeto. Mi cuerpo se hundió y mi pelo suelto voló en el aire hasta fallecer en la almohada, rodeada de más almohadas. Mire el techo y la lamparita colgada que dejaba ver los cables de electricidad; así pase el tiempo hasta que me encontré mirándola con los ojos cerrados en un profundo sueño. 

  Pase por una ronda llena de caras de conocidos que nunca conocí. Riendo, defectuosos y con los dientes manchados de azafrán. Empezaron siendo unos cinco, luego se duplicaron, se triplicaron, y de apoco era una gran multitud observándome, que nunca me miro. Se acercaban y me hablaban al oído como voces en mi conciencia. Yo no podía verme hasta que empecé a empujar cada uno de los cuerpos insinuantes, lleno de reclamos que desconocía. Comencé a evadirlos hasta quedar sola sobre un piso de cemento. No había cielo, ni luz, ni sol, solo la lamparita dejando ver sus cables de electricidad flotando, en un aire que no puedo respirar. Quise acercare con los ojos a lo profundo de ese único objeto en el epicentro de ese limbo en el que me encontraba. Sin mover ni un pelo comencé a observarme en el reflejo del foco y me encontré ahí parada, en un submundo. Estaba en un submundo dentro de otro submundo. Y así comencé a reencarnar dentro de cada centro carente de luz y conociendo cada fragmento vacio de esos pequeños mundos donde solo yo habitada. Era la protagonista de la nada, donde la cámara eran mis ojos, y mis otros ojos, y mis otros ojos, y así infinitamente. Sonó un timbre y en un par parpadeos volví la mirada hacia abajo hasta encontrarme de nuevo en el primer submundo, sentir el colchón y despertar con el foco vacío, aun apagado, embriagada de la luz que entraba por la ventana, y el timbre que seguía sonando. 

  Cuando abrí la puerta no había nadie. Tome una escoba y me puse a limpiar lo que iba a ser mi hogar los próximos 20 días. En un hueco al costado de la heladera yacía un camino de miles de hormigas, todas ellas caminando hacia al sur. Me puse a correr los objetos para buscar a donde se dirigían, donde había quizás un alimento podredumbre. La cantidad de hormigas se reducía en el camino, sin embargo no encontraba rastros de ningunos de sus cuerpos. Finalmente solo una se poso sobre una brújula. Volví una y otra vez por el camino de hormigas sin poder encontrarlas. Tome la brújula del suelo enredando mis dedos en la cadena plateada y la abrí. La aguja no paraba de girar en un efecto hipnotizador. Cuando volví en mi, aleje los ojos de la brújula y todo el edificio pareció alejarse de mí, di un paso y todo pareció aplastarme, entonces me volví alejar y correr hacia la cama, a mi submundo de un foco de luz oscuro. Volví a caer en un sueño profundo, pero esta vez no había más que un fondo negro, y una voz, mi voz que me llamaba con mi nombre. “Hay lugar Sol, hay lugar”.





2 comentarios:

  1. Gracias:)

    Cuenta si no entiendo nada de futbol?

    ResponderEliminar
  2. me encanta tu blog, te lo sigo y pasaré a leerte a menudo.
    te dejo el mío, es una historia que escribo desde hace dos meses y medio, espero que te guste:
    http://historiadeunamor12345.blogspot.com.es/
    un beso.

    ResponderEliminar