Un día como hoy, tampoco mate a nadie. Se me eriza la piel. La sangre tira.
Éxtasis de locura, cubierta de la más innata soledad, ojos opacos contra la pared. Algo me pesa en el cuerpo, las articulaciones, tensas, parecen estar a punto de desprenderse. Los hombros se me encogen, se relajan, se vuelven a encoger, el cuello igual, en un ritmo de impaciencia, como roto, como huesos.
El deseo que deje de ser un deseo, o que todo explote de una vez. Desde atrás penetrar cada uno de sus órganos con el cuchillo mas filoso del cajón, desde atrás destrozar su cabeza con el palo de amasar, cortarle con un bisturí hasta la laringe, no parar hasta que sus ojos salgan de órbita, pero si antes de que pueda llegar arrepentirse de convertirse en una psicópata desquiciada que con palabras se gano una estadía en una habitación bajo tierra sobre un colchón de gusanos.
La sangre tira La sangre tira La sangre tira La sangre tira La sangre tira. La sangre tira cada vez con mas fuerza. Desaparecer. Apoyar la cabeza contra alguna pared mientras la froto con las manos. Lo fresco del cemento, de esa estructura de ladrillos revocada, barnizada, pintada, rajada. Las paredes viven, las grietas viven, nacen para destruir y hacer única la humedad de una pared. Una pared, los limites.Es que no puedo moverme con sus voces en los odios, es que no puedo no pensar en otra cosa, La sangre tira, quiero desaparecer y finalmente que desaparezcan. Aun así no dejaría de ser yo, de llorar bajo la ducha mientras me rasguño el cuello y la espalda, no dejaría de ser yo en lo inconcluso de las mañanas, no dejaría de ser yo ahogada en un café negro y amargo como mis relaciones amorosas, el espejo, lo repugnante del hombre y sus manos en mis piernas, quiero cortar cada uno de sus dedos, lo reprimido de la mujer, el silencio, la mirada que huye, no dejaría de ser yo jugando con palabras que tratan de descubrir porque un día como hoy, tampoco mate a nadie.

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