Los cuerpos se encuentran en la fiesta banal de fin de semana. El amor entre personas, dos, tres, las multitudes, la individualidad. La noche nos abriga entre las sabanas de una copa, un colchón, la puerta de un baño, de bajo de un te amo, o de un nombre que intentas adivinar. La luz del sol de madrugada, la oscuridad, el apagón mundial el resplandor del placer, el placer humano, o no. Una sonrisa, una caricia, una mirada, un roce, una penetración, o la nada. Rechazo y aceptación. Ruido. Cabezas que se golpean contra el techo de un auto. El roce de los pies, gritos, respiración fuerte. Vómitos, lenguas, fideos.
Su piel imperfecta iluminada por el foco de luz de una lámpara antigua o de una bola de boliche, el sol o quizás la luna. Su caminar presumido por el barrio, por la pista, por el tren o la 9 de julio. Debajo de sus anteojos de moda, sus ojos azules de un mar perdido, vacío y lleno de whisky rebajado por agua. Me éxito. Atrae. Son dos. Tal vez pueden ser tres, pero sutil, espero un poco más.
Después de dejar caer un beso al abismo, tomo su cuello y con la otra mano su cintura. Su rostro era suave como su gran espalda, sus brazos frágiles, podrían lastimarla, sus venas encarnan el correr de la sangre roja de la pasión, de la espera finita, de unos minutos, de apenas conocerse, o quizás toda su vida.
En la esquina mas oscura, mas oculta de la multitud sociable, hambrienta de sexo, estaba el observando todo. Con su culo de botella. Nada se escapa de su Angulo, no existía el fuera de campo. El lente perfecto, el lugar perfecto, el momento perfecto, el día perfecto para entrar al mundo de las fieras. Si bien suena un poco marginal esa oscuridad era la mejor compañía que podía encontrar, lo mas cerca de la vida que podía estar.No sabría explicarlo de otra manera. Nadie entiende mejor de esto que el, que lo ve todo desde el punto mas perfecto del epicentro existencial.
Otros solo creen que pensar y observar es de locos.
Viernes.

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