El ventanal se empaña con el roció.
Chispea. La vereda comienza a mojarse,
lentamente. Un helecho cae sobre el
rostro de silvina, le fastidia, la molesta, mueve las manos para hablarnos y
corre la rama, se acomoda el pelo y
acomoda las hojas. No puedo escucharla, como no puedo escuchar a nadie. Sus palabras son un eco. No estoy. Todo alrededor
me es ajeno, menos la lluvia, que cae. Todavía
me dan ganas de llorar los días nublados, y no hay nada que disfrute más que la
nubosidad, el agua, las gotas atravesando las partículas de oxígeno,
falleciendo en diagonal sobre el vidrio, la pared, un monumento, una foto
abandonada, en la tierra, en el baño, en la lana, en el cemento, en los agujeros del piso, en el pelo,
en la punta de la nariz, y en la mejilla que recorre. Inmóvil, con la palma de
la mano en la pera, elevando el cuello y la espalda erguida, me desplomo sobre la mesa. Miro el ventanal, a silvina, las hojas, la humedad. Quiero
correr, desaparecer. No quiero acompañar más ninguna multitud por más mínima
que sea. Estar lejos, lejos de lo cognoscible, del lenguaje impropio, de mi cabeza
atolondrada. Tumbarme en la cama a escabiar y fumar. Tumbarme, pero no en mi
cama, no en la mesa de este bar mugriento que antes me acariciaba. En un colchón
que no conozco, sobre las sabanas, o la escalera de una estación no habitada. Bajar,
caer, tumbarme. Prender un porro, abrir un vino, escribir con la mente en
blanco, escribir el piso sin moverme, escupir, sobre el piso sin darme vuelta,
escupir mierda, y despojarme. Pedimos otra cerveza. Están hablando
de política. Mañana hay veda electoral, no queremos que ningún ebrio vote con
la verdad. Hacen un par de chistes, inevitablemente discuten. Golpean la mesa, se
juzgan el uno y el otro en la no impunidad
del voto secreto. A mí me dan risa,
levantan la voz, se caen los vasos casi llenos, mientras los postulantes se cagan en cada uno
de nosotros tomando merca y jugando al
pocker en el salón de juego de la casa
rosada. Confabulan, todos los políticos son una secta, y
nosotros, mortales votantes, creamos divisiones estúpidas entre seres
miserables que actúan. De repente todos
me resultan patéticos, hasta mi mejor amiga finge, se arrodilla en la silla
siempre expectante para dar con la frase justa que inicia la carcajada. El más inteligente
es ahora un salame. Me rodean siete personas,
sacuden mi hombro, gritan, sonríen, sonrío. Quiero llorar pero sonrío. Salimos, fumamos, nos mojamos, caminamos.
Entramos a otro bar, lleno de humo. Lleno de humo, de cuadros de colores, de
ojos, de mándalas, de música insoportable, monótona,
melosa, aburrida. Pedimos una cerveza. Tomo medio vaso, me voy. Camino y
me pierdo. Esta oscuro, vacío. Me persigo, en cualquier esquina pueden
asaltarme. Me acuerdo de mi vieja, pienso en violación, pienso en correr, me inmovilizo en medio de
la avenida. Todo queda estático, no hay
nadie abriendo y cerrando puertas de garaje,
los comercios tienen persianas, no se escuchan pasos, el viento sopla sin
ruido, la lluvia esta cesando. Plaf, plaf…..plaf. Sigo caminando, estoy perdida, tranquila. No más
choches. No hay más taxis que me acerquen a mi casa, donde no quiero estar. Cruzo
las vías del tren que viene en noventa y ocho minutos, se ve una luz y pasa uno
vacío. La velocidad sacude el aire, la ropa. Cierro los ojos, siento la
fugacidad del tiempo en un instante. Camino, las luces de los faroles se sublimizan,
los rayos de electricidad difuminados se
reflejan en los charcos de agua que heredo
la tormenta. Trago una lágrima mirando el cielo sin estrellas, el fondo oscuro
que amanece con lentes naranjas, rojos,
el fuego de la madrugada se vuelve visible. Los heroes de la noche rechinan los dientes, se cubren las cabezas con el buzo, estiran la botamanga,
se agarran los dedos, se ocultan, suben a los colectivos y hay un par de civiles limpios, que los miran. subo y bajo. Sigo caminando, y
como si fuera un circulo, vuelvo inmóvil a la avenida, a mis espalda se
escuchan los fierros de las ruedas, una botella que explota, en noventa y siete
minutos pasa el primer tren del día.
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Que te pasa?
ResponderEliminarTe entiendo, estas lluvias, tan intensas y persistentes es desesperante. Y tener que esperar bajo la lluvia, para ir a donde no se quiere, estar...
ResponderEliminarQue haya motivos para que tu ánimo mejore.
Un abrazo.