Perdón,
no elijo como sentirme. Mi
cuerpo liviano se hunde en el ladrillo, mis manos dormidas se
pierden tras mis orejas. No puedo escapar del acontecer
inmediato del rose (o no), de la tensión de los músculos, de la presión
arterial, del aplastamiento, de las arrugas en la piel, de la
piel. Me habita. El día que pueda desprender la razón de las
extensiones físicas, si TRASCENDEREMOS.
El plano del conocer se volverá una atmósfera nublosa, oscura, niebla
fría, tuberculosa. No habrá ya materia solida relacionándose,
no habrá más quien avive el fuego. Los cuerpos dejaran de extrañarse. SOY
MENTE!, y nada sentirá el eco. Un ser únicamente racional que piensa, que
piensa, que trasciende en el pensamiento que lo delata pero no lo
condena. Las palabras escupirán en concepto su saliva como
oratoria del no suceder; y permanecerán
estáticas o en movimiento, en la libertad plena del azar y ese cacho de
atmósfera ligera, negra, de humo invisible, que les será propio sin
derecho a la propiedad. Dejara
de haber culpables, mal entendidos, amontonamiento. Hay lugar
porque no hay espacio. La concordancia espacio tiempo no será más
que este lapso de entendimiento entre un imaginario y otro. La dialéctica existirá en la distancia
focal entre el conocer y el empirismo creado. La razón, pura. Pero entonces,
todo lo que se me será, nos será extirpado, como las limitaciones
acomplejadas de mi cuerpo, todo este esqueleto formado que me toma, me aísla,
reprime la libertad de mi ego cogito latente; todo este esqueleto,
desaparece con mi percepción del mundo. No, no desconfió de mis sentidos,
perdí las manos, estoy ciega, no se me duermen las piernas, no me detengo
en el medio de la calle, ya no hay una fuerza que me incline al suelo, al
suicidio, no hay puntos cardinales. La negación otra vez nos circunde,
hay una interrelación dependiente entre el caminante y el deseo. El
placer es la culminación, o el silencio.
Muerte.
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