Que me miren.
Tengo la necesidad vana por la mirada ajena,
el otro.
El otro siempre ausente en la presencia celestial y carnal de mi cráneo erebo.
Siempre, el otro.
El deseo paranoico de la mirada,
el desconocer, lo oculto,
Desde abajo de la cama,
desde adentro del placard,
desde la oscuridad imperceptible que anhelo.
Prefiero la soledad.
Prefiero la soledad desgraciada de la no-revelación,
imaginar sus ojos,
sus gritos feroces hambrientos de mí.
Histérica, entonces, me cubro con las sabanas o un montón de diario,
mancho el suelo con vino,
juego hacerme la muerta
No van a encontrarme.
¡ RUGUEN!
*RUEGAN Y LLORAN DESCONCERTADOS
- DONDE ESTAS?-
- QUE DONDE ESTOY?!-*
Quiero despoblar el mundo que me abarca,
abarcar la aniquilación de la humanidad
a la lejanía.
Pararme justo en el centro del eje cartesiano
Del eje cartesiano de mi cuerpo que engendro,
de mi cuerpo que habito
de mi cuerpo que es todo
Me pertenece.
Voy a pararme en el centro
*- NO ESTOY-*
Y el resto, todo ese resto que me construye,
(No, no me construye, me nazco propia)
todo el resto, todo el otro que mira, juzga
me aplasta;
Arda en el sol.
En el fuego.
Yo grito y ardo desde arriba,
Oculta bajo mis pies y mi concha,
que es el centro impenetrable de la existencia y la agónica muerte,
(porque ya no hay asco, no hay estomago,
ya no hay sombras materiales tangibles, solo la mía).
Oculta bajo mis pies, engaño sus perspectivas.
*YO CREE EL FUEGO DONDE ESPERAN.*
Desde el sol,
desde la hoguera de la lejanía próxima,
Escupen mi nombre como único lenguaje cognoscible
Escuchan el recitar de mis palabras
Las benevolencias de sus destinos nulos que no entienden
Sus masas tienen ahora la fuerza del fuego del que huían
Y reflejan tras la llama roja y amarilla, mis ojos,
Mi carne,
Mis pezones,
Me engañan, tambien, con una sonrisa fingida,
Me insultan rechinando los dientes,
Juzgan en la eternidad de las eternidades y para toda la eternidad posible;
Pero,
sin perder ahora, el eje que los destruye y regenera,
La grandeza de mi ausencia.
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