Va ser así. Va ser así siempre. Ya no me vas
a llamar mas, de un día para otro vamos a dejar de hablar, o vamos hablar menos. Rige en nosotros todavía
la moral, el compromiso del día después, la semana, el mes, la falsa eternidad.
La obsesión por tener todo frente a los ojos, poseerlo, penetrarlo, amarrarlo
de los brazos, de las piernas, del oído y susurrar; nos destruye. La absurda existencia parece
ser más real ante la mirada, aquí y ahora en espacio y tiempo, coincidiendo.
Donde quedo el sentido del confort, de la fantasía, del no estar y sentirse ahí? También
falso!. Va ser así siempre. Nuestras pupilas en realidad nunca van a tener
contacto, directo, profundo, intrínseco; solo la piel, o quizás si un contacto
de suspiro, de decepción, las pupilas brillantes gigantes deseosas e insatisfechas,
y deseosas, al fin. Después, el desencanto. Nada es como en el imaginario, como en esa estúpida
utopía del ideal. Perdimos. Perdemos el día después. Anulamos el desconocer en
el mero capricho, ahora hay solo un gusto agrio, una ausencia. Lo mejor que le
puede pasar a la humanidad es la distancia, pero corre, toma trenes, aviones,
barcos, para pisarse, se abrazan, se besan. No disfrutan la lejanía, se chocan
y se golpean justo en el cráneo, caminan con el aire flameando sobre la sangre
que chorrea, mancha el piso de momentos inconexos
y rojos que se pierden en la frustración,
se vuelven no ser, se olvidan, no se saludan. El malestar extingue cualquier
pedacito con gusto a encanto que dure. Lo vuelve vomito. Asfixia. Vas caminando
por la calle y sentís asfixia, la gente que asfixia, el viento que asfixia, los
autos que asfixian, las baldosas que asfixian, la ciudad, el bosque o la selva.
Intentas tragar saliva y todo está seco, los labios se descascaran, haces
fuerza por escupir la última gota de baba que sentís en el estomago, pero es en
vano, la boca no se humedece, queres tragar con fuerza y es en vano. El pecho
se presiona, se obstruye, hay una bola ahí dentro, una bola repugnante, maciza,
el otro. Se obstruye y parece inamovible. Atragantado para siempre. Te agarras
el cuello con las manos, bajas, te aprestas entre las tetas, y seguís caminando.
No te queres morir, que idiota. Si hubiéramos
mantenido la distancia, me ahorraría tales planteos, simplemente continuaría en
la nada, como ahora, acostada, borracha, desolada, tirada en el piso del cuarto
mirando el techo entre un montón de pelotitas rosas de un suvenir que se cayó
del escritorio, y tu cuerpo. Sin embargo
estoy acá, escribiendo sobre vos. Va ser así siempre, YO, yo relatando sobre
cualquier bola obstruida en la garganta que me haya penetrado. Nada especial. Lo único que quiero en este
momento es que pase el tiempo, que fluyan las hormonas, parar con esto. No me
importa la autoestima, vivir en pedo, no
tener porro, gastar y no tener trabajo, tragarme libros como agua helada en el
rayo del sol, no me importa que tengas
la mirada Kubrick y que ya no esté hablando de vos, me importa mi vientre y que
mi concha escupa sangre, tener más libros para no quedarme sola y mañana a las
18:50 adiós al lenguaje; me importa no
quedarme sin vino, comer y dormir. A
eso, a eso se limita mi no porvenir, a mí.
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