Acabo de comer un pedazo de carne como una salvaje y acabo de caminar durante horas o días. Pase por muchas carnicerías, incluso un frigorífico sobre noguera y Forest, a la vuelta de la funeraria, a una cuadra de mi casa, en frente de lo de la abuela de mi mejor amiga de la primaria. Todos vamos al matadero. Lugares lúgubres, con niebla y patrullas, como acá hoy, o el lunes a la mañana en hora pico. Nos mintieron. No hay tiempo ni lugar para abstraerse. Me iba a ir del mundo, un rato, y sigo acá enchastrada de carne, de grasa. Es macabro. Los dientes se aprietan, lastiman, quiebran, rompen el muro invisible, la línea del horizonte que tiene de paisaje una campanilla con saliva. Los dientes, rechinan, quietos en el mismo lugar, arriba y abajo. Se autodestruyen, se dan placer, limándose, muriendo. “Rayos! ¿Qué descubriste esta noche?” Nada, no descubrí nada! Cuando empezaron a seguirme, cuando me di cuenta, creí que ocultaban algo. Nos persigue la policía, la virgen, los motochorros, las mujeres en batas rosas, los perros mutantes que chillan y ladran, pero no hay tal secreto. Ahora estoy sentada, frente a la maquina boba, inmediata, de luz, y si me doy vuelta, ya esta, estoy perdida. La quede, la quede, la quede. Mi cerebro no repite otra frase más absurda que la quede y el mismo idiota y real pensamiento: la quede. Me duele la nuca, si giro, me comen, me comen los bichos, las personas, la nada. Me comen los gusanos, me duermen los gusanos, el cielo es de los gusanos. A mi, igual, el cielo no me interesa, invádanlo. El cielo es una promesa vacía, me dijo. Se lo comieron varias veces los gusanos, siguió. “es un agujero negro como las caras”. No, las caras no son agujeros negros, son marcas, los agujeros negros están en la garganta. Somos estomago. Miramos el cielo, queremos llegar a la cabeza, y escupimos JA. Que estúpidos, creemos que pensamos y lo más cercano a tal divinidad ilusoria es el vomito. Vomitar toda esta carne amorfa, devolver toda la sal a este hueso escueto, sudoso. “Nuestros pensamientos se proyectan en forma de vomito?” Peor! Creemos que pensamos, pero no llegamos más que a la proyección del cielo, al hueco que nos refleja la garganta, nunca llegamos a la cabeza, entendes? Ni siquiera podemos verla, es todo obra del gran señor del imaginario, es todo ideario. ¿Qué hay después del cielo? Pelo, pelo castaño, colorado, rubio, ahora fucsia verde, multicolor, calvicie, y cualquiera puede ver eso. La pregunta es, que hay mas allá de mi lengua? Sin la desdicha del habla, estaríamos salvados de tal sufrimiento.
Me atragante, tengo obstruidas las vías respiratorias. No puedo prometer la prolongación de mi existencia con sus ojos soplándome en el cuello. “¿Al menos vas a intentar no morir?” me atragante, al final solo es asfixia, quien quisiera morir por asfixia? Y, quien quisiera respirar para siempre? Miremos al cielo, oremos, bendita garganta, sálvame de este calvario, o quedémonos.
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