La elite se reunió frente al proyector para
alimentar sus pupilas expectantes, deseosas de ver más de eso que no les pasa.
Una elite preocupada en nutrir el ego de
nunca dejar de ser nadie. Reunidos por el amor, la juventud se carga la
responsabilidad de la nostalgia no vivida. Se juntan para no hablar y exponer
la decadencia sobre una pared blanca con bordes de aluminio como en un cuadro de sueños rotos. Cuando se vuelven a
ver entre la intelectualidad del falso auto reconocimiento, la ironía y el
recelo, los silencios siguen sin ser incómodos. Pero se escuchan menos risas.
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