lunes, 22 de julio de 2013

G.A.B.I



 Una mano en la cintura, otra en la cara. Una de ellas, le apretaba los cachetes y se alejaba en una baile entre sabanas blancas bajo la luz del sol, observándola contra una pared de ladrillos descuidados, oxidados, brillando en  un  juego de sombras por el camino de baba de los caracoles,escondidos en cada rincón bajo su caparazón. Volvía acercarse, acariciaba su piel hasta introducir un intenso roce entre las piernas, la besaba y la llamaba muñeca. Gabi en silencio, solo se dejaba, cerraba los ojos y los abría en un éxtasis orgasmico,  hasta que finalmente una de ellas mordía sus labios, le susurraba palabras impuras en el oído o la golpeaba fuerte en la cara. Cada vez que Gabi intentaba omitir una palabra, ellas, buscaban otra escena, otra novela que imitar y seguían manoseándola con cierta constancia, cada día,a cada hora. 

 Mis ojos solo observaban, ajenos a ese juego perverso, o quizás no tanto, siempre estuve ahí sin omitir sonidos, sin delatar, solo contemplaba con cierta repugnancia, asco y me da pudor nombrar cierto placer, la edad no me permitía pensar eso y ver a Gabi hoy me da escalofríos. El trauma se le escapa por los ojos, mientras ellas caminan por el barrio con la impunidad de la niñez que las privilegiaba en aquellos acontecimientos, sin embargo,  Gabi no parece olvidarlo. Cuando la cruzo me mira de costado, camina con las piernas cruzadas, se tropieza, ella no creció mas. La infancia, a veces puede resultar cruel, estimulante, y acabar en una causalidad caótica,definitiva. Somos nuestros traumas. Quizás me reprocha el haber estado y no cuidarla o le avergüenza que lo sepa o que no haya participado mas activamente. 

 A veces, cuando me cruzaban a su casa, obligada o no, podía oírla llorar, y también podía verla tocarse mientras las lagrimas caían por su rostro, suave y adulto en épocas de jardín. Jugar a tomar el te, a la mama y el papa, siempre acababa en la misma situación,en una cama, en una pared, en un rincón, en la casa del árbol,arriba de la hamaca o revolcándose en el pasto, o Gabi llorando  y complaciéndose en un sentimiento de contradicción, quizás inevitable. Y yo siempre observada, sin parpadear, observaba. 



                                                                                                                              Ojos de bicicleta. 






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