Las palabras burbujeantes salían de su boca envuelta en vino y humo de cigarrillo, envuelta en pasado, en presente, en represión y en soltura, envuelta en su mirada penetrante, al infinito. Cada sonido desplegado flotaba en el aire para desaparecer, casi insignificante, pero nunca con tanto sentido. La contradicción de ser uno mismo y a la vez omitir todo eso que es y no se anima a decir, sin dejar de decirlo. Es todo lo que no dice, lo que dice solo es la apariencia oculta, esa que el ya sabe como si estuviese guionado, y ahora no le interesa.
Ella miraba de costado la nada de lo absoluto,mira su vida en preguntas y respuestas de un dialogo que fluye solo por el correr del tiempo, en una plena concentración que no es mas que la mímica de sus labios, que se despegan, susurran, vuelven a pegarse, se mojan, se muerden y se despegan, hacen muecas, sonríen, sus labios que después serán la fotografía de la memoria de esas palabras que poco importaban, ahora. Mientras ella permanecía atenta y ajena a una y otra situación, el la miraba. Ella actuaba como si nada sucediese, como si no supiera, no entendiera, no lo notara y a la vez en un mar de nervios, disfrutando así la compañía de la atención. Mientras el sonreía, ella podía verlo con la espalda, la especulación, y el fluir hormonal del ambiente, quizás. Era un éxtasis entre el conocer y el desconocer, entre el rozar y no rozar, entre un detalle y la historia, entre pensar y no pensarlo, era para siempre ese momento, ese deseo del porvenir inmediato, mas que el presente, o el futuro.
Ella miraba de costado la nada de lo absoluto,mira su vida en preguntas y respuestas de un dialogo que fluye solo por el correr del tiempo, en una plena concentración que no es mas que la mímica de sus labios, que se despegan, susurran, vuelven a pegarse, se mojan, se muerden y se despegan, hacen muecas, sonríen, sus labios que después serán la fotografía de la memoria de esas palabras que poco importaban, ahora. Mientras ella permanecía atenta y ajena a una y otra situación, el la miraba. Ella actuaba como si nada sucediese, como si no supiera, no entendiera, no lo notara y a la vez en un mar de nervios, disfrutando así la compañía de la atención. Mientras el sonreía, ella podía verlo con la espalda, la especulación, y el fluir hormonal del ambiente, quizás. Era un éxtasis entre el conocer y el desconocer, entre el rozar y no rozar, entre un detalle y la historia, entre pensar y no pensarlo, era para siempre ese momento, ese deseo del porvenir inmediato, mas que el presente, o el futuro.
Cada encuentro es un instante, quizás, imposible de repetir. Es que hay personas que nacieron para contemplarse en las ganas, hasta que la acción las vuelve finitas, ahora ( o no).
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